Gente que Cuenta

De la palma real al chaguaramo, por Ingrid Mattiuzzi

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Madonna de la Misericordia
Marridi, Finales S. XV

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La Universidad Simón Bolívar de Caracas padece como toda Venezuela. Padece. Sufre. Pero no se rinde. Se adapta.

Una foto de un samán que creció en todo su esplendor a un lado de uno de los edificios sede de mi Casa de Estudios me hizo reflexionar sobre ciertos símbolos.

En mis tiempos (frase datada pero útil en este caso) la entrada diaria al campus era a través de un túnel de elegantes y altísimos chaguaramos: soldados, vigilantes de la puntualidad, del orden y de la tranquilidad. También llamados Palma Real por su curiosa historia. Se dice que durante la Colonia eran considerados símbolo de realeza ya que solamente los llamados “nobles” de la ciudad tenían el privilegio de sembrarlas y únicamente podían disponer de dos ejemplares de éstas en sus patios o a la entrada de sus casas (Jesús Hoyos, Flora Emblemática de Venezuela, Armitano, 1985).

En la USB eran al menos sesenta los chaguaramos que se lucían. Hoy se encuentran reducidos a una decena de sanos y a otros muchos sin penachos, caídos, secos.

En estos días me llega una foto emblemática de un samán (Samanea saman ¡qué belleza su nombre y apellido!) que se alzó independiente, silencioso, cerca de uno de los edificios que fueron sede del futuro científico de la universidad. En los llanos el samán da sombra al ganado, protege…

Mi mente viajó a una analogía.

En las pinturas góticas y del renacimiento inicial aparecía frecuentemente como protagonista una Madonna, la Virgen María sentada con su Hijo. Solos los dos, al máximo con pequeños ángeles a su alrededor.

Después de un tiempo esta Madonna tuvo que abrir su manto para acoger al pueblo y protegerlo en el momento que pestes, terremotos, guerras lo reducían notoriamente. Y la llamaron Madonna de la Misericordia.

Podríamos considerar la sombra del samán como un auspicio: nos invita a agruparnos para salir adelante, unirnos para lograr objetivos pequeños al inicio y sorprendentes después.

Supe también que ya hay escuadras de voluntarios que pusieron sus brazos a disposición para comenzar a mejorar los jardines y a reparar y reconstruir lo necesario. Los egresados somos como las semillas de aquellos chaguaramos… miles por el mundo. Podemos siempre germinar.

Captura de Tela 2021 06 15 às 01.16.42Ingrid Mattiuzzi es arquitecto, teóloga, guía turística, curiosa, viajera incansable. Profesora
formadora en la escuela pública italiana. Reside desde hace más de treinta años en Toscana, Italia.
Esposa y madre de dos hijos.

ingridmattiuzzi@yahoo.es

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