
Fuente:https://richardbaxell.info/
Es extraordinario que en toda Gran Bretaña existan más de 100 monumentos en honor a los voluntarios británicos e irlandeses que se alzaron en armas en la Guerra Civil Española.
Unos 2.500 hombres y mujeres viajaron a España para frenar la creciente ola de fascismo en la década de 1930, una amenaza para la socialdemocracia que devastaría Europa en la Segunda Guerra Mundial y que, un siglo después, aún proyecta su larga sombra.
Quienes se unieron a la lucha por la República Española provenían en su mayoría de orígenes obreros: sindicalistas, enfermeros, pacifistas que se negaban a portar armas, sino que portaban camillas. También hubo escritores, artistas e intelectuales, entre ellos, el más famoso, George Orwell, quien llegó a Barcelona el 26 de diciembre de 1936 y se alistó en el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).
La Segunda República se proclamó el 14 de abril de 1931, cuando el rey Alfonso XIII partió al exilio. Dos elecciones generales, en 1933 y 1936, llevaron al poder a una coalición centrista del Frente Popular con un programa de redistribución de tierras, sufragio femenino, derechos laborales y un sistema nacional de salud.
El 17 de julio de 1936, comenzó un levantamiento militar liderado por el general Francisco Franco. Los generales expulsaron a sus soldados de los cuarteles para declarar la guerra a su propio pueblo.
Más de 50.000 voluntarios de todo el mundo respondieron a la llamada de ayuda de la República, formando las Brigadas Internacionales. Veían el fascismo como lo que era: una amenaza para toda Europa.
Hitler y Mussolini se sumaron a la guerra de Franco, mientras que Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos se aferraron a una política de no intervención. Alemania e Italia utilizaron España como campo de pruebas para la guerra moderna. El bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor de Hitler el 26 de abril de 1937 —el primer ataque aéreo de saturación contra una población civil— borró del mapa la indefensa ciudad vasca.
La guerra terminó el 1 de abril de 1939. Un millón de españoles murieron o se encontraban en el exilio. La dictadura de Franco duraría 36 años, hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975.
Hoy en día, más de 100 monumentos conmemorativos en Gran Bretaña e Irlanda se alzan como testigos silenciosos de esa historia. Grabados en sencillas placas, llevan los nombres de hombres y mujeres comunes que lucharon en una lucha extraordinaria. No son monumentos a la victoria, sino a la valentía, la solidaridad y el sacrificio; nos recuerdan que los voluntarios vieron el fascismo tal como era, mucho antes de que el mundo estuviera preparado para enfrentarlo, y su ejemplo aún nos habla en una época en la que la democracia se pone a prueba una vez más.
