Gente que Cuenta

Invierno en Lima,
por Getulio Bastardo

Lima Atril press
Lima Perú paisaje urbano del invierno
Fuente: https://commons.wikimedia.org/

Los que nacimos y crecimos en el trópico no aprendimos nunca a leer las estaciones en un calendario. El tiempo se nos revelaba de otra manera, más intuitiva, más ligada a la piel y a la mirada. Sabíamos que era primavera cuando la montaña amanecía vestida de morado, de rojo encendido o de un amarillo deslumbrante, colores que regalaban el apamate, el araguaney y el flamboyán.

Si los árboles se despojaban de su ropaje y quedaban desnudos, entonces era otoño.

El invierno y el verano, en cambio, eran casi lo mismo en aquellas ciudades nuestras. En Cumaná, donde nací, un aguacero podía sorprendernos a cualquier hora y, al poco rato, el sol volvía a brillar con un descaro alegre, como si nada hubiera pasado. En Mérida, la montaña imponía su propio orden: había solo dos estaciones, cuando llovía y cuando llovía mucho. Pero siempre fresca, siempre acogedora, tan distinta al calor inclemente de mi ciudad natal, que apenas se mitigaba en diciembre.

La ventaja de aquel clima era que los estrenos de diciembre podían usarse durante todo el año. Nadie hablaba de guardarropas de invierno o de verano: la ropa era simplemente ropa, y el tiempo se vivía sin tantas mudanzas.

En Lima todo cambió. Aquí las estaciones marcan territorio con precisión, y el invierno obliga a cubrirse con telas gruesas y calentadores bajo la ropa. Es un frío húmedo, de esos que se cuelan por los huesos y hacen que, al salir de la ducha, la toalla parezca mojada. El verano, por su parte, no es tan feroz como el del trópico, pero exige su propia indumentaria. Y así, cada año, los armarios se transforman: lo de invierno se guarda, lo de verano reaparece.

En  los años que llevo viviendo en esta ciudad, nunca había sentido un invierno tan largo ni tan persistente como el de ahora. Ya estamos en octubre, tiempo de primavera, y ya el sol se deja ver más seguido pero yo  sigo saliendo de casa arropado, como si el frío se empeñara en prolongar su reinado.

He aprendido a disfrutar de la ciudad en cualquier estación. Cada vez que me alejo del distrito donde vivo, que es como ir de una ciudad a otra, no me canso de maravillarme del desarrollo arquitectónico actual que se combina con vestigios de la época virreinal.

Al lado de una casa con patios centrales, zaguanes amplios, portadas de piedra y balcones que dan hacia la calle, surge un edificio de hasta 20 pisos.

La ciudad es esplendorosa con una oferta gastronómica reconocida en todo el mundo

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Getulio Bastardo Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz getuliobastardo@yahoo.com.mx
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