
A lo mejor ustedes la vieron, si como yo, paseando por las redes se encontraron con el video de esta muchachita, cantando con una clara fuerza gitana heredada y marcando el compás con las palmas como si llevara un tambor dentro del pecho.
Aquello me gustó tanto, que se me ocurrió ponerme a averiguar de dónde vienen el flamenco y la expresión “zape, gato”.
El flamenco nació siglos atrás en Andalucía, amasado entre árabes, sefardíes, andaluces y, sobre todo, gitanos. Un arte transmitido como se ve en ese video: en familia, a oído, sin partitura ni permiso. Cultura viva, de verdad.
La segunda pregunta, fue cuando la niña cantó:
“Anoche comí pescao,
la raspa la tengo aquí,
y el gato de mi vecina
se viene detrás de mí.
Zape, zape…”
Resulta que ese “zape” también es herencia y según pude averiguar en el Siglo de Oro, poquito más allá o más acá de los tiempos de Colón, Velázquez y Cervantes, ya se usaba esta expresión para espantar animales, concretamente gatos. Después se vino en las carabelas, sobrevivió a otras voces y ahora sigue campante en España, Venezuela, México, Colombia y vaya uno a saber dónde más. Tradición lingüística en su estado más puro. ¿No les parece fantástico?
Para que vean, pues: esa niña sin proponérselo está cargando dos linajes a la vez, el musical y el del idioma. Historias que no están en los libros, sino en la sangre y en la boca del pueblo, y un ritmo que no se aprende sino imitando a los mayores. Esto también se ve en zapateados llaneros, cumbias y ritmos de samba.
Les confieso que me encantó meterme por ahí a averiguar, pero me quedó una duda que tal vez Lucy, Victorino, o alguno de ustedes que tenga gatos me pueden aclarar: ¿los gatos entienden eso de zape, gato o han fingido que no es con ellos durante todo este tiempo? Yo de gatos no sé mucho, la verdad…