Gente que Cuenta

Gritos y susurros, por José Manuel Peláez

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Pablo Picasso,
Dos mujeres sentadas en un bar, 1902
Fuente: https://www.wikiart.org/

Aquel día no estaba yo para buscar compañía, pero tampoco quería quedarme en casa viendo algún documental de costumbres animales, de manera que, acodado en la barra, admiraba la habilidad del camarero para preparar bebidas, tomar pedidos, pasar cuentas, cobrar y parecer interesado en los clientes mientras seguramente pensaba que el día era muy largo. La discusión entre dos mujeres a mi izquierda me sacó de mi observación.

Las dos estaban hablando de una tercera mujer, cuyo comportamiento para una de mis vecinas era inadmisible, mientras que para la otra no era asunto de ellas.

─ Pero… ¡cómo no va a ser asunto nuestro si es nuestra mejor amiga! ─ dijo con voz fuerte la más molesta.

─ Justamente por eso nos corresponde callar y esperar ─ contestó la otra con tranquilidad y en un bajo tono de voz.

─ Está cometiendo un error y ¡tú lo sabes! ─ la exaltada se bebió su trago de un sorbo y golpeó la barra con el vaso vacío ─ ¡Eres imposible!

Hice como si se me hubiera caído algo para colocarme más cerca y escuchar la respuesta de la vecina tranquila.

─ Ni yo lo sé, ni tú lo sabes y lo mejor que podemos hacer es estar ahí por si comete un error, no podemos decirle qué hacer ahora.

─ ¿Por qué no?… ¡A ver! ─ ahora ya el asunto iba de grito. Un grito que estuvo acompañado del gesto de pedir otra ronda.

─ Porque es su vida… no pidas más para mí.

─ ¡Claro que pido para ti! Esto no ha terminado ¿me entiendes?

Varios rostros se giraron hacia las dos mujeres porque la inconforme estaba aullando.

─ ¿Por qué gritas?

La pregunta hizo un vacío en el rostro de la amiga, como si de pronto se hubiera perdido en un bosque muy oscuro. Comenzó a mirar hacia los lados hasta que recuperó la voz y el sentido de su enfado.

─ Grito para que me entiendas… ¿entiendes?… ¡Para que me entiendas!

Entonces dejé de prestar atención a la conversación porque me puse a recordar cuándo y por qué los animales salvajes (esos que veo en los documentales) hacen ruido o permanecen en absoluto silencio si quieren imponerse o si solo piensan en salvar la vida.

Nosotros somos distintos, me di cuenta de que gritamos porque nos molesta que el otro tenga razón. Nos molesta que la respuesta del otro sea calmada cuando debería ser agresiva. Nos molesta no estar tan seguros de lo que decimos como está el que permanece sereno.

No sé si la oí en un documental, pero vino a mi memoria una frase: “La mentira grita, la verdad susurra”.

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José Manuel Peláez Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas. josemanuel.pelaez@gmail.com
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