Inquietante papiroflexia , por José Manuel Peláez
La primera vez que la vi debía tener unos quince años y, aparte de la fresca belleza de la edad, nada era en ella tan llamativo como su sonrisa. Sonreía con la superioridad tranquila de un gato. No solo me sonreía a mí, no se trata de que yo me sintiera halagado por su atención, sonreía a todos mientras doblaba y encajaba los dobleces de un papel amarillo por una cara y rojo por la otra hasta conseguir un cisne polícromo que añadía a su zoo inanimado.Sus padres estaban preocupados por ella y pensaron que yo les podía ayudar a resolver el misterio de lo que le ocurría. Nada le interesaba, ni los estudios, ni las noticias, ni las modas, ni los amigos, sólo quería seguir jugando su juego. Tampoco era una rebelde, al contrario, siempre parecía estar serena y cumplía los encargos que le daban c...