Una furtiva mirada,
por José Manuel Peláez
Un mundo feliz debe ser un mundo sin mendigos. Un mundo donde nadie necesite una limosna y mucho menos suplicar por ella.La harapienta mujer se arrodilla en el suelo y allí apoya los codos, esconde su cabeza entre los antebrazos y las manos abiertas al cielo indican que no reza, sino que espera una limosna. La imagen es de total sumisión.Cuando le conté a Manolo lo que me afectó ver aquella mujer en la entrada del Metro, Manolo no dijo nada. Comencé entonces a azuzar algún tipo de discusión a las que es tan afecto y de las que siempre saca conclusiones, pero Manolo simplemente se despidió y desapareció para mi desconcierto.Días después, me confesó que mis palabras le habían dado miedo.Hacía muchos años, en otra ciudad, Manolo siempre veía un mendigo que se ubicaba en un semáforo. No pedía ...