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Suelo perderme en mi propia ciudad, de manera que no era nada extraño que en el barrio Alfama de Lisboa me perdiera mucho más. La red de callejuelas estrechas y empedradas era un desafío a vencer para entrevistar a una dama, antigua gloria del fado, que, inexplicablemente, a los 36 años se había retirado de los escenarios. Sabía que no iba a ser una entrevista fácil y quería causar buena impresión llegando a tiempo. Estaba seguro de que mi gran amigo el teléfono inteligente me guiaría, gracias a su aún más inteligente GPS, con precisión hasta el refugio de la misteriosa cantante.
Claro que con lo que no contaba era que, a la hora de desenvainar mi espada tecnológica, esta se hubiera quedado sin batería y la pantalla en negro se burlaría de mi falta de previsión. Ahora ya no estaba tan tranquilo y recurrí a una joven, con aspecto friki, que, amablemente, blandió su teléfono de última generación, introdujo la dirección que yo buscaba y en menos tiempo que el uso para contarlo, me mostró una línea azul que me llevaría al final del arcoíris. Fue, además, tan amable que se ofreció a acompañarme, cosa que hizo siguiendo muda y dócilmente las indicaciones de su teléfono.
No soy yo de los que dicen que todo tiempo pasado fue mejor, pero creo que todo tiempo pasado fue diferente y que en esas diferencias se encuentran algunas cosas que me parecen excelentes y otras que no tanto, pero eso ha ocurrido siempre y con todo.
Mientras seguía a mi improvisada guía, recordaba los tiempos en los que le preguntabas una dirección a alguien y tratabas de seguir la pista de sus palabras complementadas por los movimientos de sus manos: “… llegas a la esquina y doblas a la derecha… no a la izquierda, a la derecha… y sigues una, dos, tres, cuatro… no, cuatro, no… tres, sí son tres cuadras. Te vas a encontrar, en una esquina, una panadería “La masa del alma”, se llama… pero no compres nada porque es muy mala… entonces, te colocas frente a la panadería y diagonal a ella verás un quiosco de periódicos… bueno, ahí le preguntas al quiosquero que está más cerca de lo que buscas… ¡Listo!”
Justo en ese momento, mi amable friki me dejó en la puerta de la casa de mi entrevista. Se despidió de mí con un gesto y sin quitarse los audífonos. Mientras la veía alejarse pensé que quizás el GPS fuera más eficiente, pero también era un poco menos cálido. En todo caso, como decía mi abuelo ¡No se puede tener todo en la vida!
