
Fuente: https://akrotiri-museum.com/
Elías, un viudo de 68 años, de carácter tranquilo, pasaba los días cuidando un pequeño huerto de hierbas en su casa en las afueras de São Paulo. El silencio en su interior reflejaba la ausencia de su difunta esposa. Al otro lado de la ciudad, Eleonora, una viuda de 66 años llena de vida, llenaba su apartamento con partidas de bridge y obras de caridad, ocultando una profunda soledad.
Sus caminos se cruzaron en un club de lectura de la biblioteca local; un amor compartido por la poesía dio pie a una conexión. Todo comenzó con tazas de café y conversaciones sobre todo menos sobre su duelo. Pronto, su amistad se fue profundizando. Elías arregló la puerta de la despensa de Eleonora, que rechinaba, y ella finalmente lo convenció de ir a un animado concierto.
El obstáculo no eran los sentimientos, sino el miedo: admitir su creciente vínculo les parecía una traición a sus primeros amores. «¿Cómo podemos dar cabida a esta nueva alegría sin borrar el pasado?», confesó finalmente Elías una fría noche de otoño. Eleonora, práctica como siempre, reflexionó: «Cada uno de nosotros ha construido una vida en memoria de otra persona. Intentar fusionar estos dos mundos siempre se sentirá como una invasión». La comodidad de sus entornos familiares —la casa de Elías, el apartamento de Eleonora— se había convertido en una jaula que los mantenía cautivos.
Entonces, una idea audaz surgió de un viejo folleto de viajes: Santorini. Un lugar que ninguno de los dos había visitado con sus anteriores parejas, un lienzo en blanco bañado por el mar Egeo.
Vendieron sus respectivas casas, dejando atrás décadas de recuerdos cuidadosamente guardados. La mudanza, aunque intimidante, fue liberadora. La pequeña casa encalada se convirtió en un santuario. No estaban fusionando dos vidas pasadas; estaban comenzando una nueva, definida por paseos matutinos a la panadería, conversaciones al atardecer acompañadas de vino griego y la ausencia de temor al silencio.
La alegría, se dieron cuenta, no radicaba solo en encontrarse, sino en encontrar un nuevo lugar que simplemente les pertenecía.