Extraños que se hablan, por Alfredo Behrens
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El metro, como un ascensor, parece ser una máquina de inhibición. Aunque ambos pasajeros están un poco apretados, la gente se ignora. Esto en muchos países, no en Portugal. El portugués es capaz de entablar una conversación con alguien que no conoce, incluso si sabe que la conversación no continuará porque sería raro que se volvieran a encontrar.
Sabemos que los portugueses ganan poco, pero donde todos ganan poco, no hay brechas sociales. Quizá por eso los portugueses se sienten como un hermano de sus compañeros de metro, y por eso pueden iniciar, a la menor insinuación, una conversación entre iguales. Ilustraré, con un solo caso, pero he vivido varios similares.
Estaba sentado en un área del vagón del metro donde dos pares de asientos están uno frente al otro. La dis...