Gente que Cuenta

El reloj perdido,
por José Manuel Peláez

Walter Gay Atril press
Walter Gay, (1856 – 1937)
Biblioteca no Château du Bréau,
Fuente: https://www.wikiart.org/

A pesar de la infinidad de libros virtuales a mi alcance, de vez en cuando voy a una biblioteca pública para entretenerme revisando los títulos en los lomos, sacar cualquier volumen para darle un vistazo y, si me seduce, sentarme un rato a leer a la manera antigua; pasando hoja por hoja, cerrando el libro y los ojos cuando una frase me gusta para grabarla en la memoria y luego continuar acariciando las páginas.

En eso estaba hace tres días, cuando una mujer cercana a los cuarenta años y de rostro angustiado se presentó a mi lado interrumpiendo mi romance con El extranjero de Camus.

─ Disculpa… ¿puedo pedirte algo? ─ me dijo con una mezcla de vergüenza y decisión en la voz.

Con cortesía teñida de precaución le dije que “por supuesto”.

─ Es que… ─ vacilaba nerviosa ─ he perdido el reloj de papá.

Al parecer, Alicia, que así se llamaba ella, estaba muy dolida porque lo último que conservaba de su padre, fallecido hacía diecisiete años, era un viejo reloj de pulsera. No era ninguna pieza valiosa excepto para ella. Había estado el día anterior sentada en el puesto que yo ocupaba y, después de mover muebles, revisar ropas y bolsos y desandar caminos, solo le quedaba por examinar la biblioteca. Ya había preguntado en la Información, también había revisado los estantes y esperaba, con todas sus fuerzas, que el reloj estuviera oculto en alguna esquina secreta del suelo o escondido entre el mesón y la pared.

No me atreví a desengañarla haciéndole ver lo improbable de sus hipótesis. Hay pocas veces en las que uno puede sentirse útil y esta era una de ellas. Así que me dediqué a revisar a la luz de mi teléfono móvil todas las posibles guaridas en las que el travieso reloj podría estar jugando a las escondidas. Sin darnos cuenta, se anunció la hora de cierre de la biblioteca y Alicia, a pesar de haberse dado por vencida hacía rato, no pudo evitar un gesto de dolorosa derrota y de fatal aceptación.

La invité a un café y me contó que, desde que había perdido el reloj, la imagen del padre se había hecho más fuerte y lo recordaba más que en vida. Esa pérdida era una bofetada a la memoria de aquel hombre del que se había alejado por tonterías y que, como el reloj, ya no estaba.

Traté de animarla diciéndole que no necesitaba ningún reloj para mantener vivo a su padre en su mente, pero miento bastante mal y sé que nuestra memoria es tan frágil que algo parecido a un viejo reloj ayuda a dar vida a los recuerdos.

Ella no me creyó.

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José Manuel Peláez Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas. josemanuel.pelaez@gmail.com
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