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Un día como hoy, en 1870, nació María Montessori, en Chiaravalle, Italia.
Desde el primer día desafió todo lo que la sociedad esperaba de una niña: obedecer, callar, plegarse. Creció para enseñarle al mundo que los niños no son soldados y que la libertad no se mendiga: se impone. Medio mundo la escuchó, medio mundo la ignoró, y al final murmuraba entre dientes: «No han entendido nada».
Su vida privada tampoco fue de manual, como sus métodos.
Tuvo un hijo en 1898 con su colega Giuseppe Montesano, quien no la respaldó (su madre no estaba de acuerdo con ese matrimonio). En la Italia católica de la época aquello era un escandalazo. Parece ser que entre la madre de María y la de Giuseppe se urdió el plan para que fuera criado por una nodriza y, por tanto, el niño, Mario, creció en secreto y fue tratado como sobrino hasta que, cumplidos los quince, María decidió saltarse la farsa y recuperarlo para siempre. Desde entonces viajó con ella de Barcelona a la India, convertido en su aliado y heredero intelectual.
La incomprensión fue una constante en su existencia. Mussolini cerró sus escuelas porque Montessori se negaba a adoctrinar a los críos con consignas fascistas. El Premio Nobel de la Paz la esquivó tres veces, como si educar para la libertad no fuese bastante revolucionario. Por cierto, de 976 personas premiadas a la fecha de hoy, solo 65 han sido mujeres… pero eso es otro tema.
María Montessori murió el 6 de mayo de 1952, en Holanda Meridional, sin laureles oficiales, pero dejó un ejército de aulas que aún llevan su nombre.
Hoy muchos la citan como si fuera una santa.
Yo, luego de leer sobre ella, prefiero recordarla como una mujer incómoda, testaruda, con un amor prohibido y un hijo oculto; con enemigos poderosos y un método que todavía hace temblar al que prefiere la obediencia ciega a la libertad.
Dicho rapidito: Montessori enseñó que educar es estorbar lo menos posible. Y si aún hoy seguimos atados a viejas normas y obediencias, es porque su lección no ha sido completamente aprendida… ¡y eso es un desafío que sigue vivo!
