
Boceto de dos hombres con gorras planas, s/f
Fuente: https://www.tate.org.uk/art/archive
La llanura aragonesa es una tierra de calor y silencio, interrumpida por el canto de las cigarras y el ocasional traqueteo de un tren en la línea Zaragoza-Huesca. En agosto de 1936, cerca del pequeño pueblo de Tardienta, una joven inglesa cayó bajo el fuego de una ametralladora. Se llamaba Felicia Browne, la primera voluntaria británica en morir en la Guerra Civil Española y la única mujer británica en luchar como combatiente.
Nacida en Surrey en 1904, Felicia creció en un hogar acomodado, pero rechazó el camino previsto. A los dieciséis años ingresó en la Escuela de Arte Slade, con un talento precoz, inquieta e impaciente por las convenciones. En 1928, ya estaba en Berlín, estudiando escultura y como aprendiz de cantero. Allí presenció de cerca el auge del nazismo, dejando atrás sus herramientas y su obra inacabada al huir.
En Gran Bretaña, se dedicó por completo a la labor de la Asociación Internacional de Artistas. Colaboró con Left Review, diseñó medallones para el movimiento sindical y atrajo la atención de la Brigada Especial. Su arte era inseparable de su política: estaba convencida de que la creatividad debía servir a la justicia.

Fuente: https://en.wikipedia.org/
En julio de 1936, partió con su amiga, la Dra. Edith Bone, atravesando Francia hasta Barcelona para la Olimpiada Popular, una respuesta obrera a los Juegos Olímpicos de Berlín de Hitler. Pero el intento de golpe de Estado de Franco transformó la ciudad en un campo de batalla. Decidida a actuar, Felicia intentó alistarse como enfermera, pero fue rechazada. El 3 de agosto, se unió al intento del PSUC y se dirigió al frente de Aragón.
Su base en Tardienta controlaba el ferrocarril y el acueducto que abastecían a las fuerzas rebeldes. Los días transcurrían entre escaramuzas y fuego repentino en los campos. Felicia atraía a sus camaradas en momentos de descanso, a los aldeanos con los ojos hundidos por el hambre, al desolado horizonte de Aragón. El 22 de agosto, durante un intento de sabotaje al ferrocarril, su unidad sufrió una emboscada. Un voluntario italiano fue abatido. Felicia corrió hacia él, se agachó para levantarlo y recibió un disparo junto a él. Tenía treinta y dos años.
Sus dibujos fueron enviados a casa y expuestos en Londres ese otoño. Lo que sobrevive no es un monumento de piedra, sino frágiles líneas sobre papel, la visión de una artista de la dignidad en medio de la destrucción. La vida de Felicia Browne fue breve, pero su valentía perdura: prueba de que el arte y la resistencia pueden surgir del mismo impulso inquebrantable.
