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Rubén es un conocido de Manolo muy pendiente de invitarlo a comer especialidades sicilianas que él, Rubén, tiraniza “como no tienes tú una idea”. Le dije que yo de lo que no tenía idea era de dónde estaba Manolo y mucho menos ponerle en contacto con él. Ante esa dificultad, el hombre, proactivo que le dicen, decidió que el invitado fuera yo, el afortunado.
Acepté porque la cocina siciliana siempre me ha parecido maravillosa, pero sobre todo, porque la degustación sería una manera incruenta de vengarme de mi amigo por su sorpresiva e inexplicable desaparición.
Llegué a la hora exacta y Rubén me recibió ataviado con una almidonada filipina en cuyo frente izquierdo y en letras grandes se leía “SOY RUBEN Y EL GUSTO ES MÍO”. El asunto no comenzaba con buen pie.
El menú, impreso, anunciaba Pasta a la Norma, Involtini di pesce spada y Cassatta Siciliana. Claro que Rubén enfatizó que, aunque eran platos tradicionales, él les había dado un toque especial que los convertía en experiencias místicas. Con el ánimo de que no siguiera atormentándome con sus virtudes, propuse ayudarle en la cocina. Y ahí, el hombre se puso firme, hinchó su filipina y, tal cual coracero de la Reina, me prohibió la entrada a la cocina. La cocina era de él, porque… “los magos nunca revelan sus secretos” terminó diciéndome con una sonrisa pícara. Yo me sentaría en la sala a escuchar música de Rossini y a disfrutar de un buen vino “finché tutto sia pronto” como diría un italiano, me aclaró Rubén, para indicar que “todo esté listo”.
Y, finalmente todo estuvo listo o más bien “quasi pronto”, porque la pasta estaba sobrecocida y la salsa amarga por no haber tratado bien la berenjena, los Involtini tenían exceso de pan rallado y la consistencia de un ladrillo y la Cassatta era opaca y elaborada con ricotta mal escurrida.
Traté de imaginar lo que Manolo le diría a Rubén como veredicto a su cocina “… el toque ahumado de narcisismo se potencia con el aroma de la esencia de vanidad y prepara al paladar para un espectáculo en el que se aprecia que quien hizo esto tiene <<manos mágicas>> que nunca se cansarían de aplaudirse a sí mismas. Un trabajo que rechaza el tradicional uso de la modestia cocinada a fuego lento. En fin, una experiencia que no debe repetirse para no empañar la primera impresión”.
Pero cuando Rubén me preguntó ¿qué me había parecido el banquete? Le dije que era… interesante.
¿Dónde está Manolo cuando se le necesita?