
Cabeza de una campesina, 1895
Fuente: https://artvee.com/
“Bojote” tiene múltiples significados en los países de habla española:
de “paquete” a “gordo-a”, pasando por “niño de pequeña estatura de entre tres y diez años” y otros, menos agradables.
Pero aquí me referiré a quienes van por la calle rellenos con varias capas de ropa, intentando defenderse de corrientes de aire helado y se ven como un bojote bien grande. Es una de las imágenes que se me cruzan por los caminos del pueblo, mientras siguen bajando las temperaturas.
Ayer, cuando me arreglaba para salir con mi versión del tema: dos o tres capas de suéteres, medias largas y pantalones, más una chaqueta con capucha, pensaba que todavía sigo siendo muy tropical. Mi indumentaria no tiene que ver con la de los nativos, que van embojotados pero con camisas de cuello abierto, sin cubrirse la cabeza.
Al cruzar la puerta bajo el solazo, el viento me hacía inclinar el cuello. Pasé por una parada de autobús donde comentaban animadamente el último partido de fútbol, y una muchacha me gritó: “¡señora, señora!”. Resulta que salí sin darme cuenta, con varios botones de la capucha desabrochados por detrás de la cabeza, causa del enorme frío que sentía y de que, según ella, estuviera a punto de perder la capucha, porque saldría rodando por las ráfagas de viento, calle abajo por la pendiente donde estábamos. Seguro que no la alcanzaba jamás.
Después de darle efusivamente las gracias y detenerme un momento para arreglarme, pensé en cómo evitar estos peligros y que hay gente muy amable en los pueblos pequeños.
Hay quien me ha aconsejado directamente que mejor no salga de casa, pero ni tanto ni tampoco. Sé que es distinto confinarse ahora que en el siglo antepasado, porque con el celular, el televisor y la computadora, tú me dirás… Pero no me encerraré. Decidida a encontrar contacto humano y sol, voy a aplicar a conciencia la fórmula de las tres o cuatro capas de indumentaria, caminar rápido y sonreír mucho para mejorar el humor y definitivamente entrar en calor…