
Órbita de la revolución anual de la Tierra alrededor del Sol con indicación de las estaciones, 1839
Fuente: https://www.meisterdrucke.ie/
Hoy, 21 de diciembre, es el día del solsticio de invierno en el hemisferio norte. El momento exacto en que el Sol alcanza su punto más bajo y parece cansado, batiéndose en retirada. Es el día más corto, la noche más larga del año, un triunfo breve de la sombra que nos anuncia que, a partir de ahora, la luz empezará a ganar terreno. Algo profundamente simbólico. La naturaleza no cree en finales absolutos, sino en ciclos que se muerden la cola.
A los antiguos este día les importaba mucho más que a nosotros. Romanos, celtas y pueblos nórdicos celebraban que el Sol no había muerto del todo. Encendían hogueras, brindaban con lo que hubiera y se permitían un exceso, no por alegría ingenua, sino por desafío. En la Saturnalia todo se ponía patas arriba: los esclavos mandaban, los amos servían y el vino corría como si no hubiera un mañana. Y hacían bien, porque lo que celebraban, en el fondo, era el Sol Invictus. La certeza de que, por muy negra que sea la noche, el sol siempre acaba volviendo. Si el mundo se oscurece, se responde con fuego, vino y alegría. Una lección que no estaría mal recordar.
Hay algo curioso en este tramo del calendario. El reloj interior parece ir más lento. Invita a olvidarnos de las pantallas y del ruido digital; a leer libros empezados hace meses y que son refugio de la estupidez circundante; a interiorizar la Navidad; a ordenar cajones donde siempre aparecen recuerdos… Es buen momento para escribir, para escuchar música vieja, para aceptar que el frío también tiene su encanto. Incluso para no hacer nada, «il dolce far niente» italiano, que es un arte subestimado.
Miren el fuego, si tienen la suerte de tener una chimenea, o la luz de una vela, y piensen en los que estuvieron antes, aguantando el mismo frío y la misma oscuridad, esperando el regreso de la luz.
El solsticio no promete milagros, pero ofrece una tregua. Nos recuerda que la oscuridad tiene fecha de caducidad y que la luz regresará. Conviene tenerlo en cuenta cuando el ánimo flaquea o el año pesa demasiado sobre los hombros.
Porque, además, el calendario no se detiene. El próximo jueves ya es Navidad; otra vez, será la fanfarria y, para muchos, esas sillas vacías en la mesa que duelen más que las llenas. Casi sin darnos cuenta, el año empieza a cerrar sus páginas. Conviene leerlas con atención antes de pasar la última hoja.