
Tarjeta de Navidad
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A mi esposa le gustan las películas navideñas y cada temporada ve casi todas las que hay, sean viejas o nuevas. De este modo, yo, que a menudo la acompaño, debo haber visto unas 150, por lo menos.
Hasta donde he podido vislumbrar, la dinámica de estas películas es la siguiente: el chico protagonista es de Chicago, Boston o Filadelfia; trabaja como abogado, corredor o agente inmobiliario. Pero se queda atrapado en un pueblito, en vísperas de navidad, debido a que cerraron el aeropuerto o la carretera por el mal tiempo.
Por su parte, la chica protagonista, que tampoco vive allí, estaba visitando a sus padres u otros familiares, y se queda igualmente varada. Ella es diseñadora o chef y tiene una oferta de trabajo para ir a Milán o a París.
Lo más importante de la historia es que ese es un pueblo donde de verdad celebran la Navidad como debe ser, cortan su árbol y todo. En la trama nunca faltan la ancianita dulce, la niñita buena (sobrina o hermanita de la chica de la película), y un viejo cascarrabias que dice odiar la Navidad; en realidad le duele, porque su esposa falleció.
Al principio la chica y el chico no se caen bien, ustedes saben. Pero de pronto surge el romance. Todo va bien hasta que él se entera de que ella tiene que irse o viceversa. Hay como una ruptura. Uno huye, otro se queda. El viejo cascarrabias o la niñita buena o la ancianita dulce intervienen y les hacen ver lo que pierden con la partida del otro/a.
Entonces tiene lugar la escena en la que uno de los dos protagonistas sale corriendo, se va en un carro, o incluso hasta en trineo, y logra alcanzar a la chica o chico antes de que aborde el avión a Chicago, Boston, París o Roma (ya han abierto el aeropuerto).
La película termina (y disculpen que les cuente el final) la mañana de Navidad, con todos celebrando y adornando el árbol, tomando ponche y haciendo casitas de jengibre. Hasta el viejo cascarrabias está por allí, ya que descubrió que lo mejor es recordar a su difunta esposa con alegría, por los buenos momentos, etc.
La chica llama a su futura jefa para decir que no acepta el cargo de diseñadora o chef. El chico también renuncia a su bufete o agencia. Juntos hacen planes de abrir una cafetería. Y hasta allí llega la historia. Lo único que no nos cuentan es qué hace la gente en aquel pueblo los otros 364 días del año.