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Mientras los caballeros de la Mesa Redonda se reunían para desafiar su incomprensión del mundo, hoy la familia celebra con una cena suntuosa el cumpleaños de aquel destinado a perpetuar la especie. Y mientras la copa de vino espumoso y el pastel, rebosante de crema batida, esperan a que el coro de voces desafinadas se calle, el ruidoso aplauso se canse y el breve aliento de añoranza y felicidad apague las velas, algunos aprovechan para recordar aventuras y contratiempos que enfrentaron y que habrían hecho temblar a Ulises. Otros, con una sonrisa desinteresada ante historias pasadas, deslumbrados por los laberintos que nos aguardan cada día, prometen someter la vida a sus designios, como si fuera un eslogan publicitario, un libro cuya lectura se conoce antes de leerse. Y con «esperanza dada a la última ilusión», llevan estrellas en el bolsillo, con la esperanza de que iluminen los caminos seguros y fatigosos que otros ya han recorrido.
