Gente que Cuenta

Distancias,
por Lucy Gómez

Agatha Christie Atril press
Agatha Christie y Max Mallowan en su casa de Winterbrook, 1950.
Autor desconocido, 1950
Fuente: National Portrait Gallery de Londres.

Los trabajos de antes no valoraban lo que hicieras lejos de la sede de la empresa. Había que estar (en los periódicos) a las ocho de la mañana en el sitio, sentada ante una máquina de escribir y esperar que el jefe de redacción (el mío era un señor alto y flaco, con lentes, de mirada profunda y lengua vibrante, mordaz y regañona) nos pasara revista y distribuyera tareas. El que no llegara a la hora más de una vez en una semana estaba fuera.

Por cierto, el tipo estaba pendiente de cualquier ida reiterada y sospechosa al baño. No había que tardar más de cinco minutos allí sin arriesgarse a ser sometido a una rigurosa investigación, con el correspondiente regaño en alta, clara e inteligible voz, si el resultado no era satisfactorio. A mis compañeros de otros medios, les pasaba exactamente lo mismo, con la diferencia de que el gendarme de ellos era más bien gordito.

Después de pasar años así, les puedo decir que trabajar sin ir a la oficina nos parecía un sueño absolutamente imposible e irreal. Yo solamente tenía referencias de esa vida por las historias de los novelistas, que esos sí trabajaban en su casa. Agatha Christie se podía dar el lujo de ir con su marido, que era un arqueólogo inglés muy reconocido, Max Mallowan, al Lejano Oriente y escribir Muerte en el Nilo, sin  marcar tarjeta.

Pero, aparecieron los trabajos en remoto. Ya no se trata de uno que otro, sino que grupos enteros de empresas, sobre todo después de la epidemia de Covid, que en ese sentido facilitó las cosas, tienen convenios en donde varios días a la semana puedes trabajar a distancia.

¿Que si eso es bueno? Buenísimo.

Te ahorras plata en transporte y angustias, supervisar y distribuir tareas entre hogar y oficina, puedes echarle un ojo a los niños, marido, gatos, perros y además liberarte de la supervisión y el estrés de llegar puntual.

Como todo en la vida, tiene sus peros. Hay que ser más organizado y responsable. Siempre que llegaras a la hora y presentaras tu trabajo, en otras épocas no había problema. Muchos podían ir tirando del tiempo con un rendimiento medio. Hoy no: tienes que hacerte un horario y tener metas, cumplirlas y mostrarlas.

Los supervisores están lejos pero no menos presentes. Llaman regularmente y hay que tener listo el trabajo para poderlo mostrar. Debes educar a la familia para que no se meta en el medio, aparcar las pequeñas catástrofes familiares, porque nadie quiere oír que no terminaste una tarea porque se te echó a perder la lavadora o el niño tenía fiebre. En fin, el paraíso no es.

Pero sinceramente, después de meses de bandazos y adaptación, de noches perdidas sin dormir, tratando de poner al día lo que no hiciste ayer, cuando todo se equilibra, para mí vale la pena. Cero tráfico, cero metro, cero caras fruncidas, extraños, ni correderas.

Lucy Gómez
Lucy Gómez Periodista, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Fue jefe de redacción y de la sección política, de varios diarios de Caracas y Valencia, durante más de veinte años. es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores. lucygomezpontiluis@gmail.com
15

Compartir en

    ¡Suscríbete a nuestro Newsletter!