Gente que Cuenta

El caimán negro,
por Alfredo Behrens

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Murray Foubister,
Caimán de aspecto hambriento en Possa da Londra en el Patanal brasileño… 2015
Fuente: https://commons.wikimedia.org/

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        La tarde caía sobre San Ignacio como una red púrpura tendida entre los árboles. Horacio había regresado de sus recorridos por el monte con esa fatiga dulce que deja el trabajo honesto, cuando la naturaleza le preparó una de sus bromas más siniestras.

Recostado en su hamaca, con el machete al alcance de la mano y la botella volcada a sus pies, leía por enésima vez El tonel de amontillado, cuando un ruido extraño lo distrajo de las páginas. Era como si la selva misma respirara con dificultad.

El caimán apareció de pronto, surgió de las aguas lodosas del arroyo con la lentitud terrible de los grandes lagartos. Pero había algo anormal en sus movimientos; se arrastraba hacia él con la torpeza de quien carga algo demasiado pesado.

—Patrón… —la voz llegó ahogada, ronca, desde las profundidades del reptil—. Ayúdeme… me está matando la indigestión…

Horacio dejó caer el libro. En la selva misionera había visto de todo: víboras que hipnotizaban con la mirada, chigüires que adivinaban el futuro, pumas que hablaban en guaraní. Pero un caimán con problemas digestivos superaba su experiencia.

—¿Jacinto? —preguntó, reconociendo la voz nasal de su peón.

Un eructo formidable fue toda la respuesta. El caimán se retorcía ahora en convulsiones, y del fondo de su garganta brotaban las quejas inconfundibles del peón:

—¡Por todos los santos! ¡Sáqueme de aquí, don Horacio! ¡Este bicho me va a hacer papilla!

No había tiempo que perder. Horacio saltó de la hamaca, empuñó el machete y de un tajo certero decapitó al caimán. La sangre negra se derramó sobre la tierra rojiza mientras él abría el vientre del animal de un tajo limpio.

De las entrañas calientes emergió Jacinto Escalera, cubierto de baba verdosa, jadeando como un pez fuera del agua, pero milagrosamente vivo. Se incorporó con dificultad, se sacudió los jugos gástricos y miró a su patrón con ojos donde brillaba una mezcla de gratitud y reproche.

—Don Horacio —dijo, escupiendo un pedazo de vegetación medio digerida—, después de esto, creo que merezco un aumento.

Horacio limpió el machete en los pastos, contempló el cadáver del caimán y luego a su peón, que ya se limpiaba metódicamente las vísceras adheridas a la ropa.

—La selva se está civilizando, Jacinto —murmuró, dirigiéndose hacia la botella—. Hasta los caimanes practican ahora la digestión sindicalizada.

Y mientras el sol se hundía definitivamente tras los árboles, ambos hombres bebieron en silencio, sabiendo que la naturaleza misionera les había concedido una tregua más en su guerra cotidiana contra lo imposible.

Nota del naturalista: El caimán negro (Caiman yacaré) es efectivamente una especie nativa de América del Sur que puede alcanzar dos metros de longitud. Su coloración oscura y su coraza dorsal lo convierten en un predador perfectamente adaptado a las aguas turbias de los ríos misioneros. Aunque raramente ataca al hombre, los casos de su indigestión por comer peones han sido escasamente documentados en la literatura científica.

Alfredo Behrens Atril press
Alfredo Behrens es PhD por la Universidad de Cambridge, ha sido profesor de Liderazgo para grandes escuelas de negocios y publicó o fue premiado por las universidades de Harvard, Princeton y Stanford. Tiene cuatro hijas, y con su mujer Luli Delgado vive en Oporto, Portugal, desde 2018. Algunos de sus libros pueden ser comprados a través de Amazon. alfredobehrens@gmail.com
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