El regalo, por José Manuel Peláez

Quería comprarle un regalo a alguien admirado y querido por igual. Comprar un regalo es complejo para mí. A las limitaciones de presupuesto, se suma el deseo de que ese regalo le guste a la persona y, mientras más cercano sea yo a ella, más difícil es la elección.

Era la situación perfecta para pedirle auxilio a Manolo que suele navegar por esas aguas de los compromisos con la tranquilidad de un curtido marinero en una tormenta. Después de visitar catorce tiendas de diversas cataduras sin que nada me pareciera lo adecuado y, cuando ya estaba convenciendo a Manolo de regresar a la primera porque creía recordar que allí había algo interesante, aunque no estaba seguro de qué era: podía ser una cartera o un foulard o quizás un perfume, pasó algo. Mi amigo dejó de ser el tranquilo marinero y me sacudió los hombros.

─ Ahora mismo lo que vamos a hacer es sentarnos y vas a escuchar atentamente lo que te voy a contar ─ dijo antes de señalar un café cercano y aclarar que el café lo iba a pagar yo.

Manolo me contó cómo, hacía muchos años, dos de sus mejores amigos le regalaron un disco (la música en aquella época venía en discos) de Astor Piazzola. Tuvieron que comprarlo entre ambos para poder afrontar el gasto. Manolo nunca había escuchado nada de Piazzola, pero desde ese día, cada vez que oye un tango o una milonga con el estilo del maestro argentino, regresan a él sus dos amigos ilusionados con la idea de enamorarlo de quien ellos ya estaban enamorados. Manolo ha recibido muchos regalos así:  el libro Bodas de Camus, un disco de Jacques Brel, una camisa que siempre le da autoconfianza o un manual de cómo hacer pan.

─ ¿Tú sabes lo que tienen en común todos esos regalos?

─ Supongo que te gustaron mucho ─ fue la respuesta que dije con el convencimiento de que era la equivocada.

─ ¡Claro que me gustaron mucho!… pero no solo porque me guste la música de Piazzola o sea un fanático de Camus o la camisa sea la justa o porque hacer pan me haga sentir bien… junto con esos regalos, esas personas me dieron una parte de ellos mismos y esa parte vive en mi todavía. Me regalaron lo que les hacía felices a ellos y eso todavía me hace feliz a mí ─ Manolo me miró fijamente ─ Piensa en algo que tú disfrutes y confía en que la otra persona lo pueda disfrutar… eso es todo.

─ Y ¿qué pasa si no le gusta lo que le regalo?

Manolo pensó unos segundos.

─ Entonces te has equivocado de persona… no de regalo.

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