
Noche estrellada, 1922-1924
Fuente: https://www.wikiart.org/
Subieron a ver las estrellas al techo del edificio. No era una actividad corriente pero sí barata y no generó muchos comentarios. Lo más, una mirada de extrañeza. Porque aquel fue un día de Navidad con frío y lluvia.
Lo normal era que aquellos muchachos se fueran a tomar algo o se quedaran refugiados en algún cuarto, jugando o viendo tele.
Habían invitado a los conocidos a subir con ellos, pero recibieron unas cuantas miradas de extrañeza y algunas preguntas, como “ ¿Con ese frío?”, o ¿“a ver qué?”, salpicados de dos secos “no gracias”.
En realidad, fueron bien afortunados. Resulta que en los cielos de Europa se ve por estas fechas una lluvia de estrellas, las Úrsidas, el Hexágono de Invierno, donde brillan como en un collar celeste las estrellas más sorprendentes: Sirio, Procyon Pólux , Capella, Aldebarán y Rigel y una conjunción planetaria, “la estrella de Belén”, que se llama así por su parecido a la que hubo cuando nació el niño Jesús.
Estuvieron allí toda la madrugada con episodios de lluvia y viento. Se la pasaron increíble, desde quienes no salían de “Ahhhs”, ¡Ohhhs!” y tal, hasta el astrónomo de ocasión y padre de la idea que gozó y presumió lo suyo.
Al final, con las estrellas de verdad incrustadas en la mente, encantados de la vida, volvieron a la Navidad de siempre llenas de renos, santas, estrellas de plástico y cotidianidad. Dispuestos a volver.