Gente que Cuenta

Gimnasios,
por Lucy Gómez

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“ya tengo piernas más fuertes y mejor resistencia…”
Imagen generada por Gémini

Recuerdo aquella muchacha, alta y fuerte. Tenía una cinta marrón que le amarraba el kimono y unas ganas de acabar conmigo rápido, porque seguramente tenía que ir a desayunar o algo. Y lo hizo. No recuerdo si creía que iba a ganar en aquella competencia, pero no se me ha borrado la sensación de su peso aplastante. Prácticamente se sentó encima de mí, no pude moverme más y perdí.

Ese es uno de los recuerdos que tengo del karate y de los gimnasios, porque entrenábamos en el de mi universidad. Aprendí no solamente a dar patadas y puñetazos, sino a dar volteretas en el suelo y las reglas de la estricta cortesía oriental con que se trata a los maestros y compañeros de equipo.

Viene a cuento ahora, porque después de practicar a ratos varias disciplinas, como el yoga, el tai chi y la gimnasia rítmica -porque los bailes como el zumba ya los trae uno de casa- me he vuelto a inscribir en otro gimnasio, muchísimos años después.

Es el de la municipalidad, que por una módica suma da acceso a una sala de máquinas, una piscina y clases diversas. No me inscribí en karate ni en boxing, pero respiro un ambiente similar en una sala bien grande con una fila de aparatos entre caminadoras, pesas y gente con grandes bíceps y poco estómago.

Como he bajado algo en condiciones, me toca trabajar con pesas de dos kilitos.

Me puso una rutina la “técnica” de la sala, una joven alta y guapa, la María. Y lo mejor que me ha pasado, además de ir mejorando condiciones, porque ya tengo piernas más fuertes y mejor resistencia, es que comparto con gente diferente, que hace lo suyo, con matices. Eso es lo divertido.

Para empezar, llego un poco antes de las ocho de la mañana – abren a las 7- Yo creía que a esa hora habría menos gente. No es así. Hay un grupo de oficinistas y estudiantes que van al gimnasio antes del trabajo o de la clase.  Los jovencitos que llegaban retrasados me veían al principio con una mirada de duda y luego me pedían cosas, como un banquito pequeño que uso para ponerme pesas en los tobillos, o se quedaban cerca por si iba a ocupar el espacio por poco tiempo y podían quedarse allí cuando me fuera. Después de verme algunas semanas en el mismo lugar, me saludan y hasta me tratan de ayudar, por si no alcanzo algún escalón de plástico, los steps que se usan para subir y bajar, que a veces abandonan en sitios altos.

Pero algunos, lo que menos hacen es ejercicio. Conversan, ven el teléfono, se quedan acostados sobre su toalla con la mirada perdida viendo al horizonte… o a las bellezas que pasan.  Los monitores son pocos para tanta gente. La última vez, una discusión sobre fútbol, que se veía animada, fue suplantada por otra sobre las bondades de un bar en la playa, donde iban a encontrarse el fin de semana unos cuantos. Entonces, la voz atronadora de un bromista los llamó al orden. “Vayan a trabajaaaar”. Todos rieron, alguno me miró – ya estaba por la tercera ronda de  uno de mis ejercicios de bíceps- suspiraron  y empezaron a machacarse con sus pesas de  20 y 40  kilos…Afuera, hacían cola en traje de baño y gorrito los que querían nadar del otro lado.

Lucy Gómez
Lucy Gómez Periodista, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Fue jefe de redacción y de la sección política, de varios diarios de Caracas y Valencia, durante más de veinte años. es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores. lucygomezpontiluis@gmail.com

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