
Figuras en la playa, 1890
Fuente: https://www.metmuseum.org/
El Homo sapiens tiene entre 300.000 y 200.000 años, pero solo hace unos doscientos aprendió a usar la playa y el mar como lugar de solaz y distracción. Hasta el siglo XIX, la estrecha franja donde termina la tierra frente al mar era considerada inhóspita, hiriente con su luz, una tierra árida, sin vegetación, llena de viento y sal. Todavía hasta principios del siglo XX, en muchos lugares de Europa, el hijo primogénito recibía en herencia las tierras del interior, con los sembradíos y la hacienda, y al benjamín o a los incapaces se les consolaba con las tierras menos valoradas que daban al mar. En relativamente poco tiempo, con el acelerado proceso de urbanización del litoral, los incapaces se encontraron, para su propia sorpresa, amasando fortunas.
Antes de que en 1936 surgiera la novedad de las vacaciones pagadas, en los siglos XVIII y XIX, las clases aristocráticas tenían por costumbre dejar su vivienda habitual e ir al campo apenas llegaba el verano. Pronto la burguesía empezó a imitar el ocio de la aristocracia como fórmula de distinción. Con la expansión de las líneas ferroviarias y la facilidad de acceso a nuevos lugares que propició el ferrocarril, la gente se acercó al mar. Los franceses descubrieron la Normandía y Dieppe se convirtió en el primer balneario de Francia. Con la visita del rey Luis Felipe y la del emperador Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo, la fama de la ciudad veraniega se extendió. La siguieron Deauville, Biarritz y, tiempo después, la Costa Azul. En 1845, la reina Isabel II de España escogió San Sebastián para tomar los baños de mar que le recomendó su médico para unas dolencias de piel que sufría. Toda la corte la siguió.
Dos fueron, entonces, los primeros motivos que dieron inicio a la conversión de las playas en el destino preferido de la humanidad para vacacionar. El primero fue el uso terapéutico del agua que prosperó en el siglo XIX, el recomendado efecto curativo de los baños de mar. El segundo fue el efecto imitación, el deseo de las masas de pertenecer a los círculos sociales de las oligarquías que usaban los paseos de las playas y el ocio como formas de ostentación. Con el tiempo, el mar, su propia belleza y profundidad, el cambio de espacio y de costumbres, desplegaron los efectos y tocaron las sensibilidades que han convertido a las playas en los espacios más deseados para el descanso y la desconexión del mundo laboral.
