
Pop art de helado s/f
Fuente: https://www.rockybaystudio.org.au/
Cuando ando bajo de ánimo o malhumorado, porque soy humano y también me pasa, normalmente lo que hago es ejercitar un poco. Pero, si no ayuda la circunstancia, por la hora o la falta de tiempo, porque está lloviendo o por no andar con la indumentaria adecuada, opto por una de dos: un café o un helado. O ambas.
Un helado tiene ciertas virtudes, pienso yo, que nos ayudan a enderezar un poco ese ánimo mal dispuesto. En parte, por supuesto, se debe a que el cuerpo recibe una dosis de azúcar, sumada a tantos sabores agradables.
Dicen, por otra parte, que para fundir 100 centímetros cúbicos de hielo se necesita la misma cantidad de calor que para hacer hervir 100 centímetros cúbicos de agua. Así, pues, si estamos acalorados, nos refrescamos; y si estamos molestos, nos apaciguamos con el helado, porque esa energía el cuerpo la deriva hacia otra función.
Además, creo que de alguna manera nuestra mente relaciona el sabor del helado con algunas experiencias gratas que hemos tenido en la infancia (aunque, claro está, puede haber excepciones). De modo que cuando comemos helado volvemos a ser niños y no pensamos más que en saborearlo.
Pensaba en estos días en tales cosas cuando venía del mercado y me compré mi respectiva barquilla. Se me ocurrió que debería existir algo así como la helado terapia. Me puse a Googlear por aquí y por allá y me encontré con que hay gente que sugiere lo mismo.
Según un artículo publicado en La Nación, la “terapia del helado, puede ser eficaz contra la melancolía y el estrés por sus beneficios psicológicos, en los que influyen tanto las texturas como los sabores”.
El artículo además subraya lo que supuse acerca de tales beneficios: según una mayoría de psicólogos entrevistados (73%), degustar un helado transmite bienestar psicofísico (31%), hace volver a la infancia (27%) y emociona (24%).
Así, que ya lo saben, si están tristes o molestos, lo único en lo que tienen que pensar es en si quieren fresa, vainilla, chocolate, caramelo, avellana, pistacho, o cualquier otro. Por supuesto, se vale combinar.
Incluso, si ha tenido usted un problema con alguien, invítelo a debatir el asunto al calor (o al frío) de un helado. Verán cómo terminan todos contentos y hasta abrazados. Y si no, por lo menos habrán disfrutado del buen sabor del helado.
Con maní para mí, por favor; y bastante sirope… Buen provecho y hasta la próxima.