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Hay un viejo chiste que dice que la gente se divide en dos bandos: quienes creen que la gente se divide en dos bandos, y los que no. En este caso, soy del grupo de aquellos que siempre siguen instrucciones y leen las etiquetas de prácticamente todo. Aunque estoy consciente de que quienes no lo hacen forman un grupo bastante importante de la población (el otro bando).
Aquí recomiendo mi punto de vista. Si uno sigue simples instrucciones, se ahorra muchos problemas en la vida. El primero, usar mal lo que se tiene o nos prestan los demás, o tomar un camino equivocado.
No importa si se trata de un producto inocuo. De todos modos, nos podemos ver en problemas. A lo mejor se trata del componente de algún alimento al que no es que seamos alérgicos, sino que no nos gusta o nos repugna. O de un aparato que nunca funcionará en nuestro país.
En contra de mi punto de vista hay una cantidad de argumentos: que si las instrucciones son con frecuencia inútiles, contradictorias, vienen en un español – o el idioma que sea- mal escrito o son fastidiosas hasta el extremo, porque multiplican pasos o son reiterativas (el caso de las recetas de cocina).
Les voy a decir mi parte. Vamos a decir lo malo que tienen. Es verdad que me da miedo echar a perder cosas, procesos o productos a veces costosos, pero siento verdadero fastidio cuando me encuentro con una guía que no entiendo y tengo que volver a leer dos y tres veces porque o está mal escrita o se redactó para personas que tienen otro nivel de conocimiento del producto, así que tengo que buscarme un diccionario de términos para entender el nombre de sustancias químicas, o de procesos tecnológicos que no domino. Se supone que las instrucciones deben ser para todo público.
El lado opuesto son aquellas instrucciones tan bobas, tan bobas, pero tan bobas que se vuelven inútiles porque inmediatamente se desechan. Tipo: “agarre este producto con los dedos pulgar e índice de la mano derecha “o cosas así. ¿Qué pasa si uno sabe agarrar cosas desde pequeño, oes zurdo?
Bien, concluyo con recomendaciones acerca de una de mis actividades preferidas; la jardinería. Generalmente las semillas vienen en sobres. La mayoría de la gente saca las semillas, las esparce o las entierra y desecha los sobres. Craso error. Además de las buenas recetas de cocina, uno de los instructivos más completos es el que vienen impresos en esos sobres, no importa la marca, donde no solo se encuentra la fecha de vencimiento, sino cuándo, cómo y dónde se puede sembrar el contenido, en cual época, según donde vivas y en varios idiomas. Así que no se botan. Hay que guardarlos de forma tan cuidadosa que como supongo guardan ustedes sus herramientas.
Recomiendo que antes de desechar con fastidio los papeles que vienen con lo que uno compra, mejor es leerlo.
Hasta los caramelos y los helados cuentan su historia. Hay que ver la cantidad de veces que me entero de que tienen de todo, menos lo que anuncian…
