
Fuente: https://www.wikiart.org/
Poco a poco, Manolo me cuenta historias sucedidas durante su misterioso viaje, como soltando piezas de un rompecabezas que yo debo armar si quiero entender lo que significa la imagen total.
Asistió a un Festival Internacional de Teatro, con famosas compañías de todo el mundo. Cuando Manolo se enteró, ya las únicas entradas disponibles eran para una función de Teatro Kabuki. Espoleado por la curiosidad de ver algo que nunca había visto, Manolo se preparó leyendo todo lo que encontró acerca de este teatro tradicional japonés.
La función resultó, para Manolo, un misterio en cuanto al significado de la obra por tratarse de un teatro apoyado en símbolos conocidos solo por los devotos de este. Manolo pudo, eso sí, admirar el arte de los movimientos y expresiones de actores cuyo entrenamiento dura toda la vida. También disfrutó de la expresividad del escenario, de los trajes, de la danza y de la música.
Pero no entendió el todo.
─ A la salida del teatro, me senté en un café a pensar ─ dijo Manolo reconstruyendo la escena ─. En la mesa a mi lado, una pareja que también asistió a la función conversaba sobre lo que les había parecido el espectáculo. El, con voz de locutor, se dedicó a ilustrar a su acompañante acerca del origen del Kabuki, instituido por una mujer en 1603 y que, paradójicamente, unos 30 años después, prohibió que las mujeres actuaran. El hombre recitaba cómo el Kabuki unía la música, el drama y la danza, cómo la lluvia podía representarse agitando rápidamente el abanico o cómo levantar lentamente el abanico nos hablaba del amanecer. Girar la cabeza bruscamente y quedar “congelado” en un Mie significaba…
─ ¿” Mie”? ─ interrumpí.
─ “Mie” es un momento de máxima emoción que se resalta con la inmovilidad ─ me aclaró Manolo, antes de seguir la historia de la pareja ─ La muchacha comenzaba a ver insistentemente su reloj mientras él la fatigaba exaltando el predominio de la expresión sobre lo realista, o que ahora el Kabuki era Patrimonio Cultural de la Humanidad. Hasta que ella explotó y le preguntó si la obra hablaba del poder o del amor o de qué.
Manolo aumentó su atención al hombre, pero aquí naufragó el experto en Kabuki que se quedó en silencio y petrificado en un extraordinario Mie.
─ Me pregunto ─ concluyó Manolo ─ si la muchacha no hubiera preferido una honesta ignorancia a un falso conocimiento.