La fase de expansión de un ciclo económico es cuando los trabajos son fáciles y las sonrisas también. Desafortunadamente, los ciclos de auge suelen ir seguidos de la fase de contracción, cuando las personas son desempleadas y se entristecen. Allá por la década de 80 del siglo 19, un tipo declaró que los ciclos económicos eran regulares hasta el punto de ser causados por manchas solares, también regulares.
Todo el mundo se rió de él, a pesar de que era uno de los economistas ingleses más famosos de su tiempo. William Stanley Jevons era su nombre. Tal fue la burla con la que se recibió la propuesta de William que su hijo, a principios del siglo XX, quiso recuperar el prestigio de su padre. No lo consiguió.
No es difícil entender por qué. Jevons senior hablaba en una época en que la agricultura, y con ella el sol, estaban perdiendo importancia en la economía. La industrialización se tornó el motor del crecimiento y eclipsó al Sol.
Para que os hagáis una idea, en la época de Jevons senior, los caballos en las ciudades eran una molestia cada vez mayor. Tanto ellos como sus voluminosos excrementos. En Nueva York había unos cien mil caballos, que en total producían caso dos mil toneladas de excrementos sólidos al día y otros cien mil litros de orina. Además de eso, los caballos no tenían buenos modales y hacían sus necesidades en cualquier lugar, incluso caminando. Hasta el sobrio periódico londinense The Times predijo que en otro medio siglo las calles de Londres estarían cubiertas por tres metros de excrementos.
Fue en este momento cuando el Sr. Henry Ford entró en acción. A lo largo del siglo XX, el consumo de petróleo se incrementó enormemente. Los caballos abandonaron la escena y con ellos el Sol y Jevons. Fue una pena, porque cada vez comprendemos más que había método en la locura de Jevons.
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