La mía la tengo perdida desde hace tiempo.
Nave al garete, esa soy.
Pero la brújula salió a colación porque vino como parte de un “equipo de aventuras” que le regalé a mis nietos.
Un morral que contenía una red para atrapar mariposas, una lupa, una pinza para agarrar insectos y una brújula.
Por supuesto la pregunta no se hizo esperar.
-¿Y qué es esto? – preguntaron los niños al unísono.
-Una brújula – les dije – sirve para no perderse cuando uno va de excursión.
Creo que mi respuesta no les satisfizo y a mí tampoco, así que acto seguido, fui a investigar sus orígenes y mecanismo.
Mi investigación resultó bastante edificante.
La palabra brújula viene del italiano bussola (cajita). Es una caja en cuyo interior una aguja imantada gira sobre un eje y señala el Norte magnético.
Este instrumento fue inventado por los chinos en el siglo I, y luego llevado a Europa por los árabes en el siglo XII. Se le atribuye a Flavio Gioia (1250-1300), inventor y navegante italiano, su perfeccionamiento, lo cual marcó una nueva era en la historia de la navegación.
En fin, datos curiosos.
Retomé la conversación con mis nietos para explicarles todo lo que había aprendido, pero claro, ya estaban en otra cosa.
Yo me quedé maravillada, mirando la agujita de la brújula del Adventure kit la cual se movía vacilante hasta encontrar con toda determinación el Norte. Lo tomé como una metáfora de vida.
En eso mis nietos, cambiando el tema exclamaron:
-Nana, vamos a poner la decoración de Halloween.
Ya en octubre todo es Halloween, así que accedí y procedí a sacar mi decoración: una escoba que coloco cada año en el umbral de mi puerta y que indica que la bruja está en casa. Bueno y las telarañas que me acompañan todo el año.
Y aquí fue cuando me iluminé y saqué de mi memoria reptil:
-¿Quieren saber de verdad lo que es una “brújula”?
-¡Sí! – gritaron emocionados.
-Una “viéjula montada en una escóbula”- dije.
Me miraron con escepticismo. Ya después les explicaré.
Yo me reí.