
Danza, 1942
Fuente: https://www.wikiart.org/
Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo de montaña, había un sabio que enseñaba a los aldeanos a “escuchar el ritmo del cuerpo”.
Cuando alguien llegaba con cansancio, irritabilidad o tristeza, él no recetaba hierbas ni les daba consejos: simplemente les pedía que observaran cómo se movían al respirar.
—“Si tu respiración está rígida, tu alma también lo está.
Baila con tu aliento, y volverás a estar en casa”— solía decir.
Esa enseñanza ancestral encierra lo que hoy la neurociencia confirma: el cuerpo baila por dentro cuando aprendemos a movernos, respirar y sentir de manera consciente.
Y esa danza interna puede reentrenar nuestro sistema nervioso para responder al estrés desde la calma, no desde la amenaza.
El movimiento rítmico y la respiración consciente activan redes cerebrales que integran emoción, memoria y calma. Frente al estrés, el sistema nervioso suele responder desde la rigidez y la alerta. Pero al movernos con fluidez y respirar profundo, estimulamos el nervio vago ventral, aumentamos la variabilidad cardíaca y restablecemos el diálogo entre el cerebro emocional y la corteza racional.
Es la base de lo que he denominado el método Planed, una gimnasia interna que une movimiento suave, respiración diafragmática e imaginación restauradora.
Practicar la danza interna es sencillo coloca una mano en el pecho y otra en el abdomen, inhala por la nariz, exhala por la boca y acompaña el aire con balanceos suaves, imagina una luz que nace en tu abdomen y se expande por todo el cuerpo. Con cada respiración, esa luz disuelve la tensión y restablece el equilibrio.
Así reentrenas tu sistema nervioso para responder con flexibilidad, no con miedo.
El sabio tenía razón: cada respiración es un paso en la danza de la vida.
Cuando mueves tu cuerpo, respiras y te permites imaginar armonía, estás enseñándole a tu biología que también puede bailar con la calma.
Porque la verdadera resiliencia no se impone: se danza desde dentro.