Señales,
por Jeraige Reinoso
Hace un par de años conocí a Laura, una mujer de 38 años que llevaba una vida ajetreada entre su trabajo como abogada, el cuidado de su familia y el estrés constante de cumplir con las demandas diarias. Siempre la vi como una persona con una energía inquebrantable, pero en una consulta rutinaria, se mostró visiblemente agotada. Sus ojos, usualmente brillantes, ahora se veían apagados, y su postura parecía reflejar un peso invisible que no la dejaba descansar.Al principio, Laura pensó que todo era consecuencia del exceso de trabajo y las preocupaciones cotidianas. Sin embargo, la historia detrás de sus síntomas se reveló como un reflejo de un problema mucho más profundo: el estrés crónico. Lo que empezó como una sensación ocasional de agobio se había convertido en un ciclo repetitivo de ans...