
Arte mixta
Fuente: https://marie-bortolotto.blogspot.com/
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Yo solía saber exactamente dónde había leído algo. Una frase, una idea, un pasaje impactante; mi mente lo fijaba en un punto de la página, a la izquierda o a la derecha, arriba o abajo. Recuperarlo era un acto físico, tanto de ubicación como de lenguaje. Hojeando un libro, casi podía sentir dónde estaba.
El scrolling ha acabado con eso.
En el interminable flujo vertical del texto digital, cada sección parece igual. No hay puntos de referencia fijos, solo un flujo uniforme de palabras, desprovisto de identidad espacial. Claro que ahora tenemos herramientas de búsqueda que ofrecen una recuperación instantánea con solo pulsar una tecla. Pero hay un inconveniente: la búsqueda potencia el sesgo de confirmación. Ya no nos topamos con el conocimiento por casualidad; solo encontramos lo que coincide con lo que ya creemos.
No siempre fue así. Cuando estudiaba en Cambridge, los libros de la biblioteca estaban ordenados por altura, no por tema. Para maximizar el espacio en las estanterías, se apilaban volúmenes de tamaño similar, lo que significaba que un libro de filosofía podía estar junto a un texto de botánica. Buscar un libro significaba descubrir otro, a menudo sobre un tema que jamás habría buscado. Horas se perdían en aprendizaje accidental, guiado por el azar, no por algoritmos.
Desplazarse elimina estos encuentros fortuitos. Ya no deambulamos por el conocimiento, sino que lo exploramos a través de él. El mundo digital nos da eficiencia, pero elimina la aleatoriedad y, con ella, el descubrimiento. ¿Qué perdemos cuando ya no nos perdamos?

alfredobehrens@gmail.com