Hace poco leí un artículo sobre libros que no existen. Al igual que el autor, a mí también me pareció que tal cosa sólo pudo haber sido idea del mismísimo Borges. ¿Quién más pudo haber reseñado un libro irreal? La presentación de un libro puede hacerlo cualquiera, es lo más natural del mundo, incluso cada día se hacen por miles y hasta usan zoom y vaya usted a saber qué otras herramientas tecnológicas. Muy trivial… En cambio, sería muy atractivo mostrarse frente a un público, incluso detrás de cámaras, y hacer la presentación de un libro que sólo existe en la mente de un extraño. Imagínese que lo pillen a uno en esas andadas. La sanción sería de peso. Quién sabe si habrá alguna legislación que castigue tal atrevimiento. Eso sin contar el delito de vender un producto inexistente. De no haber advertencias sobre ello, creo que ciertos parlamentos ya deben estar considerando tratar el tema.
Usted, amigo lector, de seguro estará pensando que estoy demente. Pues déjeme decirle que existen casos. Permítame citarle dos:
Por allá por 1910, un joven le preguntó a Kafka qué significaba el escarabajo. Y éste preguntó, ¿cuál? Pues, ése que llevas dentro. Kafka sonrió y siguió su camino.
Hace tiempo leí una novela de Alessandro Baricco, Mr. Gwyn. La misma hace referencia a una novela de nombre “tres veces al amanecer”. Por más que investigué, nada de nada, esa novela no existe. Perdón, quise decir, no existía. Tiempo después leí una noticia sobre un lector que intentó demandar a Baricco por aquella farsa, y entonces, de un soplo, el hombre se vio en la necesidad de escribir una novela con ese nombre. Sin embargo, les juro que cuando leí Mr. Gwyn, dicha novelita seguía siendo una quimera. Es lo malo de leer novedades.
En fin, estoy seguro de que ustedes lo saben, deben tener cierta experiencia en esos menesteres: asistir a presentaciones de libros es algo aburrido; además, la comida y bebida que ofrecen son asquerosas. Sinceramente pienso que la próxima vez intentaré asistir a la presentación de un libro irreal, quizás el vino para el brindis sea más auténtico que el escritor.
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