News That Matters

Álvaro Ríos

Agua para navidad, por Álvaro Ríos
80a, Álvaro Ríos

Agua para navidad, por Álvaro Ríos

 La botica del pueblo es, desde siempre, una tienda pequeña donde reina la oscuridad y el misterio. La única ventana, cuyo marco alguna vez fue madera, se alza a la derecha de la puerta principal. El pasillo de entrada es ancho y acaba en un mostrador abatido por el tiempo. Desde el centro del techo, un círculo de neón —de esos que se usaban en los años sesenta del siglo pasado—, irradiaba una breve luz que iluminó el rostro de un viejito que acababa de entrar y que, en vez de ir directo a la caja, se desvió hacia la izquierda donde un joven reposaba sentado en una silla de ruedas. —¡Mire!, le escuché decir al muchacho que quiere un poco de agua. La mujer de la caja, ya entrada en años y que se entretenía garabateando quién sabe qué en las hojas de una libretita, replicó: —...
El premio Cervantes, por Álvaro Ríos
77c, Álvaro Ríos

El premio Cervantes, por Álvaro Ríos

La pura verdad es que estábamos muy contentos. Emocionadísimos, diría. Sobre todo, los que vivimos aquí, en esta tierra donde nació el poeta que ha ganado recientemente el premio Cervantes. Es conveniente resaltar que, siendo un pueblo con un amplio nivel de cultura, la mayoría sabemos de qué va el asunto. Sabemos también que el poeta había estado por Caracas, quizá con algunos problemas de salud, aunque también conocemos de su fuerza y coraje para dejar atrás las dolencias y así celebrar con tanta gente que lo aprecia, especialmente los que integran las universidades. Pues bien, alguien de aquí, específicamente un funcionario del museo, le hizo llegar al poeta una invitación para que se acercara a su terruño y desfilase por el museo para darle los detalles de un homenaj...
Cerrando un negocio, por Álvaro Ríos
75b, Álvaro Ríos

Cerrando un negocio, por Álvaro Ríos

 A mi abuelo le gustaba el teatro. Cuando yo era niño me confesó que su sueño era ser dramaturgo, pero por razones que nunca manifestó lo dejó de lado. Sin embargo, gran parte de su vida estuvo ligada al teatro, incluso tuvo la oportunidad de conocer a varios directores con los cuales entabló amistad.Uno de ellos, un polaco cuyo nombre jamás recordó porque era impronunciable, le contó una anécdota bien curiosa.Fue durante un viaje a la Argentina, por allá por los años sesenta del siglo XX, cuando el distinguido director montó una obra en la ciudad de Buenos Aires.Mientras compartían un vino de Mendoza, mi abuelo le comentó que la noche anterior había soñado con el diablo, y que éste lo había hostigado con el fin de obligarlo a que le vendiera su alma.—¿Y te atrapó? —preguntó el polaco.—Sí,...
La dama y los héroes, por Álvaro Ríos
74b, Álvaro Ríos

La dama y los héroes, por Álvaro Ríos

Caracas me encanta. A pesar de la prisa que imprimen sus habitantes, resulta grato cuando dejo la provincia para ir de visita a la capital. El problema es que usualmente ocurre un evento fuera de lo común, de hecho, la mayoría de las veces regreso lastimado. La última vez fue horrible. Tomé el avión de ida, llegué a Maiquetía, abordé un taxi y a las nueve de la mañana —justo a tiempo—, me presenté en el lugar de reunión, una oficina que tiene la empresa en Las Mercedes. Hasta allí todo bien. Sin embargo, cuando la reunión finalizó, quise visitar la feria de comida en uno de esos centros comerciales que existen en las cercanías. Decidí ir a pie. Al acercarme al cruce de la avenida, advertí cuando una mujer, la más hermosa que he visto en mi vida, tanto que necesitar...
El parque, por Álvaro Ríos
72a, Álvaro Ríos

El parque, por Álvaro Ríos

El parque de la ciudad es hermoso.Bueno, eso dicen.Yo siempre quise conocerlo.En varias ocasiones le pedí a mi mamá que me llevara, pero ella decía que la cosa estaba mal. Insinuaba que, una vez allí, había que costear los perros calientes, el refresco y quizá hasta un helado. Y luego, al salir, de seguro se me antojaría entrar a las atracciones mecánicas que había al pasar la calle, y eso significaba…Esas palabras las escuché muchas veces, de modo que, por largo tiempo, ir al parque fue un sueño imposible.Un día mi amigo Sebas vino a visitarme. Llevaba unos guantes de beisbol y una pelota que su padre le había regalado.—Vamos al parque —dijo—, allá jugaremos.—Pero, ¿cómo lograremos entrar?—Pierde cuidado, sé de un agujero en la parte de atrás, será pan comido.En efecto, así lo hicimos.Pas...
Que parezca un accidente, por Álvaro Ríos
70a, Álvaro Ríos

Que parezca un accidente, por Álvaro Ríos

Alguien, no recuerdo quién, una vez me habló de ese pueblo perdido en el sur del país. Se me hacía difícil comprender como un sujeto cercano a ese lugar haya podido molestar al jefe de tal manera que merezca un pasaje gratis al más allá. Pero bueno, a mi qué diablos me importa, yo sólo debo cumplir con el encargo. Aunque, ahora que lo recuerdo, ese pedido especial “que parezca un accidente” me tiene pensativo.Por otro lado, ni siquiera sabía que se podía volar hasta allí, aunque en un avión desvencijado: hacía años que no veía uno de hélices.Llegamos con el sol de la mañana.Y justo a la salida del exiguo aeropuerto, advertí la presencia de un viejo calvo y mal vestido que sostenía un pedazo de cartón con mi nombre, por cierto, mal escrito. Subí al auto del viejo y en pocos minutos llegamos...
Una parábola al vacío*, por Álvaro Ríos
68a, Álvaro Ríos

Una parábola al vacío*, por Álvaro Ríos

La película casi comenzaba cuando de pronto la abuela, como de costumbre, me hizo el llamado de atención: —Deja de usar la silla del abuelo, ¿no ves que está estropeada? Un día de éstos colapsará y recibirás un buen trancazo por tonto. Desde luego, dejé sin efecto su recomendación. Pasada una hora y antes de la persecución final, a la altura del interrogatorio que los detectives le hacen al muchacho, volví a expresar el mismo comentario: pero miren al Brad Pitt, ¡qué jovencito que se ve el condenado! ¿Quién lo diría? Lo cierto es que odié a ese imbécil: ¿cómo se le ocurre meterse con Thelma? Amo a Thelma, amo a Geena Davies. Desde que la vi en Beetlejuice (Tim Burton, 1988), he estado perdidamente enamorado de ella. A Susan, es decir, a Louise, también la amo, aunque no ...
Un editor estresado, por Álvaro Ríos
66a, Álvaro Ríos

Un editor estresado, por Álvaro Ríos

Julio —el editor—, y yo, estábamos sentados frente a frente. Él revisaba papeles al mismo tiempo que atendía llamadas telefónicas. Yo lo miraba de vez en cuando. Me distraía moviendo el manuscrito de mi novela de una mano a otra. Luego de una hora creí que dialogar era un caso perdido, como si mirar la ciudad a través de la breve abertura de las persianas fuera la única forma de existir. En eso se iba la mañana cuando de pronto el Cesita, quien se percibía locuaz y de muy buen humor, irrumpió en la oficina. —Épale mi llave —dijo mirando al editor—, aquí traigo mi nueva novela, así que puedes elaborar el cheque del adelanto que me prometiste. —¿Novela? ¿Cuál novela? —Pues, la más reciente, de la que hablamos la vez pasada… El editor arrugó la frente: —¿La vez pasada? ...
Las campanas no doblan por nadie, por Álvaro Ríos
64b, Álvaro Ríos

Las campanas no doblan por nadie, por Álvaro Ríos

 Mientras esperaba por mi hermano para trabajar juntos en la página web, me entretenía con un libro de Bukowski. A ratos pensaba que debió poseer una pluma bien afilada…De pronto tocaron a la puerta. Eran un par de tipos raros. Uno de ellos mostró una placa. Me hicieron saber que debía acompañarlos y que lo mejor sería hacerlo en paz. Cerré la puerta. Al dar vuelta me esposaron y me aventaron a la parte trasera de una camioneta.Luego de un rato la camioneta se detuvo. Me sacaron a empujones hasta un callejón atiborrado de botes de basura. Al fondo, en un rincón, me lanzaron contra el muro. A pesar del trancazo, guardé la calma y cerré la boca.—Parece un tipo duro —dijo el más alto.—¿Estás seguro de que es el que buscamos? —preguntó el otro—, según entiendo, ya debería estar chorreado, y es...
La banda de los poetas, por Álvaro Ríos
61a, Álvaro Ríos

La banda de los poetas, por Álvaro Ríos

Hace poco, mientras leíamos unos versos de Bolaño, un amigo bogotano me susurró al oído:—Yo conocí a ese man.Según me contó, fue durante su paso por Caracas en ocasión de la entrega del premio Rómulo Gallegos. Bolaño le hizo saber que siempre tuvo un sueño: robar un banco junto a una banda de poetas; sin embargo, el chileno se fue de este mundo sin poder hacerlo realidad.—Pues yo sí pude hacerlo —confesé.—¿Me tomas el pelo?—Fue hace mucho, en el siglo pasado, por aquel entonces yo era un muchacho que escribía sonetos. En eso andaba cuando conocí al poeta J. Vallejo, un universitario quien ofreció enseñarme los secretos de la poesía. Así, de un día para otro, acabé formando parte de un grupo de poetas donde destacaban Bruñido y Miyagui. Además de J. Vallejo, el grupo lo completaba un joven ...
La bella durmiente y el príncipe azul, por Álvaro Ríos
59b, Álvaro Ríos

La bella durmiente y el príncipe azul, por Álvaro Ríos

Bueno, ya sabemos de qué va el asunto: el lecho de flores, la campana de cristal, los gnomos que cuidan a la princesa, bla, bla, bla…, y claro, sueño, mucho sueño.Hasta que, hace apenas unos días, ¡zas!, apareció el príncipe. Éste se inclinó y besó aquellos labios rosados y carnosos. La muchacha abrió los ojos y entonces algo raro sucedió:—¿Quién eres? —preguntó.—Soy el príncipe azul, vine a despertarte.—¡Pues ya era hora! —dijo la princesa malhumorada— ¿Por qué has tardado tanto? ¿Acaso venías en morrocoy?, y ahora, ¿qué rayos hacemos?—Ser felices para siempre…—¡Qué aburrido!, ¿y terminar como Caperucita y todos ellos?—¿Ellos?Sin esperar respuesta, el príncipe se apuró a decir que había olvidado algo en el palacio y que debía ir en su búsqueda, que al rato regresaría.En efecto, el príncip...
Caperuza, la roja, anda de malas, por Álvaro Ríos
57a, Álvaro Ríos

Caperuza, la roja, anda de malas, por Álvaro Ríos

Ese día Caperuza se sentía estresada. Tenía que llevar el almuerzo a la abuela y ya era tarde. La reunión con los camaradas se había prolongado sin necesidad.—¡Esa gente sí que habla bobadas! —dijo casi en silencio.Llegó a casa, tomó un baño y se puso a preparar la cesta con el almuerzo y otras cosas para la abuela.Más tarde marchaba por el bosque.Mientras meneaba la cesta de un lado a otro pensaba en qué diablos iba a hacer a casa de la abuela.¡Qué aburrido! —pensó—, este cuento parece que jamás cambiará, y lo peor, cuando llegue ese lobo repugnante me estará esperando. La verdad ya estoy harta. Sin embargo, iré de todas formas, a lo mejor el guardabosque se adelanta y acaba por resolver el problema.Antes de llegar a su destino, Caperuza notó que un perro cruzó unos metros adelante, era u...

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