Una leve equivocación,
por Álvaro Ríos
Arriba aún era de día.
Abajo, la noche envolvía al pueblo en un manto colmado de rocío. Elena y yo seguíamos disfrutando del vuelo en globo cuando de repente la llama se apagó. De allí en adelante una fuerza desconocida nos hizo descender sin control. Y mientras el globo caía, escuchamos el murmullo del viento que se hizo cargo de las riendas del aparato.
Hubo un instante cuando el brillo de la tarde acabó y nuestros cuerpos, mezclados en un abrazo infinito, vibraron a causa de una sospecha que rápidamente se transformó en noche y miedo.
De pronto el globo dio un giro al chocar contra las ramas de un árbol. En aquel instante, el abrazo se deshizo y yo salí disparado fuera del cajón. Antes de aterrizar sobre un pasto empapado de lamentos, vi pasar cientos de ramas: unas inten...