
Retrato de Edmond Duranty, 1879
Fuente: https://commons.wikimedia.org/
En ocasiones me han preguntado qué se necesita para ser buen escritor. Y muchas veces me han dado ganas de responder que deberían preguntarle a un buen escritor, porque no estoy seguro de que yo lo sea.
Como no me gusta mucho quitarles las ilusiones, voy y respondo con cualquier cosa que me venga a la cabeza, tal vez repitiendo algún lugar común: ser observador, ser paciente, ser acucioso con los detalles, qué sé yo.
De tanto hacerme pensar en el asunto y de darle vueltas y más vueltas, he aquí que he llegado a la terrible conclusión de que lo que de verdad se necesita para ser escritor (no sé si bueno o malo) es tener el pellejo duro, en el sentido espiritual del término (si es que el espíritu tiene pellejo y si es que existe tal cosa como el espíritu).
Lo que quiero decir es algo que ya he dicho muchas veces de distinta manera: cuando escribimos, a menudo no recibimos más satisfacción que la inmediata de haber leído lo que hicimos y creer que sí, que está bien, que somos unos genios.
Claro, en ocasiones te lee alguien, y en ocasiones te dice algo amable… Pero, aquí viene la segunda duda: ¿será que esa persona solo trata de ser amable y lo que hice fue un mamarracho? La primera duda es la misma que la segunda, pero sin intervención de un tercero, o sea: ¿será que me salió bien o lo que hice fue un mamarracho?
No hay modo de saberlo. Porque no podemos leernos como si lo nuestro fuera de otro. Lo peor es que aún en la mayoría de los casos no recibimos la referida retroalimentación, ni en el corto ni en el largo plazo, con respecto a lo que escribimos.
Y así se nos va pasando la vida, escribiendo libros que no podemos publicar o que nos rechazan de plano; sin vender ni un ejemplar, como para decir que ganamos algo; sin recibir un elogio, un reconocimiento, un premio; sin saber siquiera si escribir tiene algún sentido o finalidad…
Para aguantar el rechazo, la soledad, el fracaso, el silencio alrededor, abrigando una remota esperanza de que algún día nuestro nombre resuene en las marquesinas literarias, y seamos una noticia de primera plana… para aguantar todo eso, digo, hay que tener el pellejo bien duro.
Eso, o ser un perfecto idiota y un gran terco. Pensándolo bien, creo que voy a cambiar mi respuesta de ahora en adelante.