
Café in Davos, 1928
Fuente: https://www.wikiart.org/
Cuando se pregunta por los mayores placeres, suele haber respuestas relacionadas con el comer, especialmente postres, dulces, chocolates; tal vez beber un vino o un café; hacer el amor, por supuesto. Nunca falta el leer, escuchar música, ver una película, o dormir.
No siempre en la lista se incluye la conversación. Claro, se menciona el hecho de reunirse con amigos y personas queridas. Pero tal vez no sean necesariamente las mismas cosas. Uno puede estar con amigos y hacer otras actividades como ver un partido de fútbol o jugar ajedrez.
Yo me refiero al placer de hablar puro y simple, pero con tino y sobre todo conocimiento de causa; esto puede hacerse con una persona no tan querida o incluso un desconocido, siempre y cuando sea también un buen conversador, es decir, que sepa a su vez escuchar.
Recientemente, he hecho un par de viajes solo por este motivo, es decir, para poder hablar largo y tendido con una amiga y un amigo que están en diferentes ciudades. Podría decir que de esos lugares no visité más que el café donde conversamos largamente, por horas. Aun así, siento que quedamos con ganas de seguir.
Pues sí, conversar larga y detenidamente, puede ser una de las experiencias más agradables que tengamos en la vida, sobre todo si ocurre bajo ciertas condiciones. Y es que, para ser sinceros, todo el mundo habla, pero no mucha gente domina el verdadero arte de la conversación, evitando ciertas actitudes que para mí echan a perder el momento. Entre tales se encuentran:
- hablar sobre un solo tema, o sea, ser monotemáticos y monomaníacos:
- monopolizar el derecho de palabra;
- ser demasiado tajante y rotundo en las afirmaciones, sin dejar espacio para otros puntos de vista;
- particularmente detestables me resultan los que solo te preguntan algo para poder opinar ellos;
- y los que intervienen para decir que están de acuerdo, o que no lo están, y ponerse a pelear.
Yo por eso, durante las actividades o eventos sociales, puedo pasar rato sin decir palabra. Soy un conversador muy selectivo. No me gusta hablar por hablar, ni la gente que comienza las conversaciones con un “hace calor, ¿verdad?”
Por ello, trato de cultivar lo que llamo espacios socráticos. Al menos una vez al mes, trato de reunirme con unos amigos, para que no se nos olvide lo bueno es que pasar una tarde sin hacer nada más que tomar café y hablar como los locos, de todo un poco, pero aprendiendo a la vez.
