El jardín del Hospital de San Pablo (‘Otoño de hojas’), detalle, 1889
Fuente: https://blog.artsper.com/
La historia que encontré me dejó pensando durante días: una mujer cercana a los setenta años, viuda desde hace cinco, decidió que ya era suficiente. Su rutina se había convertido en una especie de sala de espera sin destino conocido. Ir al mercado, mantener limpia una casa demasiado grande, dejarse absorber por series de Netflix que todas parecían contarse la misma historia con distintos actores.
Sus hijos aparecían de vez en cuando, más para juzgar que para acompañar, así que ella tomó la decisión que nadie esperaba: vendió la casa familiar y se mudó a una comuna hippie donde la recibieron sin hacer preguntas.
Lo que sucedió después sorprendió a todos, comenzando por ella misma. En lugar de marchitarse como sus hijos habían pronosticado, floreció de manera inesperada. Aprendió los ciclos de siembra y cosecha, experimentó con recetas de mermeladas caseras que comenzó a vender en la feria del pueblo, y descubrió que tenía una habilidad natural para contar historias en redes sociales. Hoy tiene cuatro mil seguidores en Instagram que esperan sus publicaciones sobre vida sostenible y segundas oportunidades.
Yo soy algo mayor que esta señora y tengo la fortuna de compartir mi vida con una esposa extraordinaria que supera cualquier entretenimiento que Netflix pueda ofrecer. Sin embargo, la pregunta persiste como una sombra inquieta: ¿qué haría si el mañana llegara sin ella, o ella sin mí?
Llevé esta inquietud a Facebook, donde una amiga de la India me respondió con esa serenidad que parece venir de siglos de sabiduría acumulada: “Cuando el momento llegue, sabrás exactamente qué hacer. Preocuparse por adelantado no cambia nada, solo roba la paz del presente”.
Tiene razón, lo sé. Pero aun así me pregunto cuál sería mi propia comuna hippie a los setenta, qué semillas podría aprender a sembrar, qué mermeladas podría inventar. La historia de esta mujer me enseñó algo valioso: nunca es demasiado tarde para reescribir el guion de nuestra propia vida.
