
Día de primavera en la calle Karl Johan,
Quizás, después de un invierno tan crudo y prolongado —demasiado severo para una humanidad acostumbrada al trópico—, ahora comprendo que la primavera realmente existe.
Son las doce del mediodía de un domingo en el distrito de Jesús María, en Lima. Disfruto de un sol esplendoroso, poco frecuente el resto del año, y de una temperatura amable, de unos veintiún grados. Visto solo una camisa y un pantalón; no necesito abrigo. Me basta con sentir el calor del sol mientras descanso en la plaza, frente a una hermosa iglesia de estilo gótico (más tarde supe, gracias a ChatGPT, que en realidad es neogótico).
La gente sale alegremente, vestida con colores tan vivos como las flores que adornan la plaza. Sin embargo, entre los hombres y mujeres predominan los tonos morados: es el color de la cofradía del Señor de los Milagros, patrón de la ciudad. Lima es un pueblo profundamente religioso, cristiano y católico; a pesar de la llegada de otras creencias, su fe tradicional se mantiene firme.
La iglesia San José de Jesús María, en el corazón de Jesús María, es un ejemplo notable de arquitectura neogótica, con sus arcos apuntados, bóvedas de ojiva y elaborados detalles decorativos que evocan las catedrales medievales europeas. Construida en el siglo XX, es un importante punto de referencia religioso y cultural del distrito. Este estilo, popular en América Latina entre los siglos XIX y XX, adaptó el esplendor del gótico europeo a las sensibilidades locales. La iglesia destaca por su majestuosidad y su ornamentación: vitrales luminosos, esculturas delicadas y una atmósfera que invita al recogimiento.
Veo salir de la iglesia a mi esposa y a mi nieta Sariana, de cuatro años. Me uno a ellas para tomar un helado antes del almuerzo. Al fin y al cabo, los abuelos estamos para eso: para romper las reglas. Mejor dicha, imposible.