Fuente: https://stockcake.com/
Pasarán el Black Friday y la Navidad, pero entre esas dos fechas hay espacio para algunos cumpleaños.
Y con los cumpleaños, regalos obligados y búsqueda de otras opciones…
En este caso, para alguien que ha descubierto muy joven el arte de coser. Ni siquiera por necesidad, ni para trabajar en eso. Solo quiere coser por gusto, para hacerse un short más apretado que el que están vendiendo por ahí, de un color especial o de un estilo que le pega a ella nada más. Detrás conoció un mundo: telas, hilos, patrones, máquinas de coser, revistas para aficionados y, por supuesto, redes sociales específicas, el nicho pues.
Yo pensaba que esto de comprarse unos patrones para coser, una tela para hacerse un vestido era cosa de mi generación, pero parece que no cambiamos desde las egipcias y las chinas de la antigüedad para acá, sin contar con los polisones y los vestidos largos de la Edad Media.
Otra idea que tenía era que en mi pueblo no había nada de lo que estaba buscando, pero estaba errada también. Había clasificado el asunto como tema de librerías especializadas, pero encontré lo que buscaba en una papelería. En otras partes lo llaman quincalla…
Tiene una pared llena de revistas de moda, suplementos para niños clasificados por personajes, periódicos, revistas de política, juguetes de felpa, caramelos, ropa, sombreros, pañuelos y un largo etcétera que exploraré otro día.
Es decir, aún queda tiempo y mercado para negocios que venden a quienes no estamos sumidos en el celular por completo, leyendo y jugando.
El vendedor-psicólogo estaba aconsejando comprar un cómic de un personaje famoso a una madre preocupada que pensaba que su niño se estaba obsesionando, porque los acumula: “No se preocupe, le dijo, eso dura dos años, el que viene se le pasa”…
Y ahí, en la quincalla, encontré no una, sino seis revistas especializadas en telas, patrones, máquinas de coser y modas. Bingo. Las compré después de un escaneo enfocado en preferencias adolescentes.
Me gustaron dos y como se me olvidó el papel de regalo, que debí haber comprado allí, pasé por mi “chino” de confianza, una tienda-espectáculo que vende de ladrillos a celulares, pasando por tierra para macetas y shorts de entrenamiento para el gym. Por supuesto, había un papel morado brillante, como a mí me gusta. Y listo. Ahora sí puedo ir a la fiesta.
