
Fuente: https://pt.m.wikipedia.org/
Yo estoy riéndome desde que elegí el tema para contarles hoy, porque, de verdad, a veces la vida real supera a la ficción.
Vean…
Frente a la costa gris de Suffolk, ahí, en el mar del Norte, hay una «cosa» de hierro oxidado y concreto llamada Sealand. No está en los mapas, pero tiene su propia bandera, himno, pasaporte y hasta títulos de nobleza. Los burócratas dicen que no es un país, pero lleva más de medio siglo actuando como si lo fuera y tiene unos trescientos ciudadanos regados por todo el mundo.
Todo empezó en 1967, cuando Paddy Roy Bates, un excapitán británico, decidió agarrar una plataforma militar abandonada que el Reino Unido usó en la Segunda Guerra Mundial. Desde ahí declaró que era independiente y se nombró a sí mismo «Príncipe Roy del Principado de Sealand». Su esposa, Joan, pasó entonces a ser «princesa». El mar era suyo, o al menos eso dijo.
La ley británica trató de darle un parado, pero un juez dijo que la plataforma estaba fuera de su alcance. Y así empezó todo. Roy subió su bandera roja, negra y blanca, hizo su propia moneda y escribió una constitución. El Reino Unido miraba a la distancia, entre divertido y resignado, a este tipo que decidió fundar su propio país sobre dos torres de concreto, con un lema: «E Mare Libertas», del mar, la libertad.
En 1978, Sealand sufrió un golpe de Estado. Un grupo de alemanes y holandeses, haciéndose los interesados en negocios, tomaron la plataforma por la fuerza. Michael, el hijo del príncipe (¡perdón! «Su Alteza Real el príncipe Miguel»), armó un ataque para recuperarla digno de una película, ¡con helicóptero y todo! Retomó la base y agarró al líder, un abogado alemán. Berlín mandó a un diplomático a liberarlo, lo que Roy Bates tomó como un reconocimiento «de facto» al principado.
Desde entonces, esta micronación sigue ondeando su bandera sobre el mar frío, cuidada por los hijos y nietos de Paddy Roy Bates. Sealand posee su propia página web —que anexamos— y, como cualquier tienda, tiene su carrito donde pueden comprar el título nobiliario que quieran. El más económico, por menos de veinticinco libras, es el de Lord o Lady; pasando por los de Barón o Baronesa, Sir o Dame, Conde o Condesa, llegan al de Duque o Duquesa por 499,99 libras (una ganga). También ofrecen pasaportes de adorno que no usan ni sus príncipes (son ciudadanos ingleses y, de hecho, viven en el Reino Unido).
En fin, como les dije al principio: ¡muchas veces la realidad supera la ficción!
