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El perejil, originario de la cuenca mediterránea, ha acompañado a la humanidad por siglos, pasando de ser una hierba ceremonial en Grecia y Roma a un elemento esencial en la cocina latinoamericana. Su viaje histórico refleja cómo lo simple puede transformarse en símbolo de vitalidad.
La expresión “verde que te quiero verde” tomó un matiz culinario gracias a un reconocido chef venezolano, quien decía que cuando un plato parecía “apagado”, lo revitalizaba con perejil. “Apenas cae el verde, la comida revive”, comentaba, recordándonos que este pequeño toque vegetal también alimenta emociones y sentidos.
Más allá del color, el perejil es un aliado de salud. Su alto contenido de vitamina C, carotenoides y flavonoides como la apigenina le confiere propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, útiles para reducir el impacto del estrés oxidativo y apoyar la regeneración celular. Su aporte de vitamina A fortalece la inmunidad, mientras que la clorofila y sus aceites esenciales estimulan procesos hepáticos que favorecen una detoxificación equilibrada.
Su efecto diurético suave apoya la función renal y disminuye la retención de líquidos en personas sanas. Además, su abundante vitamina K es clave para la salud ósea y la coagulación, convirtiéndolo en un ingrediente protector del sistema vascular.
Integrarlo a la alimentación es sencillo: en ensaladas, guisos al final de la cocción, en salsas rápidas con limón o en batidos verdes, son pequeños gestos que suman bienestar. El perejil nos recuerda que lo natural, lo cotidiano y lo verde también curan. Como decía el chef: “Lo verde siempre vuelve… y siempre sana.”