
Forografía Anita Smith,
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Todo recomenzó cuando me regalaron aquel suéter viejo. Viejo, pero bueno. De una lana que abrigaba mucho y al que le habían tenido mucho cariño pero que había que tirar.
Como pasa con las mascotas, que se nos van poniendo ancianas. Uno sabe que se van a morir, pero no lo queremos saber… Ella me miró con el suéter en las manos y me dijo que me lo daba porque además de ser calientito, yo podía “hacer algo con él”.
Hubiera podido responder de otra manera: decirle que no reciclaba basura -grosera-, llevármelo y botarlo sin decirle nada – levemente cortés-. Pero decidí quedármelo.
Aunque en realidad no soy ninguna experta, sé algo más que el común de costura y bordado.
Así que lo dejé en su bolsa y casi me había olvidado, hasta que, buscando otras cosas, se cayó la bolsa y lo volví a ver. Resulta que el asunto era peor. También estaba manchado en algunas partes de pintura y la base, una lana azul grisácea muy bonita, tenía huecos.
Entonces, a la loca, decidí salvarlo. Pensé en principio que con quitarle las manchas y remendar bastaría. Pero no.
Me documenté en cómo quitar manchas de lana. Le di, primero con alcohol y luego con acetona. Quité el 70 por ciento. La acetona fue ganando el concurso, pero resistía un polvo blanco leve, visible en las partes más rebeldes. Y luego, los huecos.
Entonces recordé a una amiga de otro tiempo, que en sus ratos libres tejía en telares.
Era una imagen preciosa, con su cabello largo, sentada en su salón frente a un telar de un par de metros, tejiendo lienzos bellísimos de colores, como una estampa antigua.
¿Y si lo bordaba? Cuando estaba en el liceo, daban bordado. Y aprendí varios puntos, bordé mi álbum en etamina, lleno de flores y pajaritos en punto de cruz, con mi nombre al final. Pasé, por supuesto. Pero hasta ahí.
Ahora, no quería flores ni pajaritos, sino lunas y estrellas. Y he redescubierto un mundo.
Hay telas especiales para bordar, con huequitos para hacer diversos puntos que se disuelven en agua después de terminar, ofertas interminables de lanas e hilos, paquetes de cientos de agujas a precios baratísimos. Diseños sin fin. Por correo y en persona.
Así que decidí tener un suéter sideral y me copié unos cuantos dibujos de lunas, estrellas, soles y sistemas solares. Descubrí otro mundo, no solo en la red, sino alrededor de mi casa.
Las mercerías que dan clases, las señoras que se reúnen un par de días a la semana para tejer juntas y chismear, unas costureras que en vez de coser sus encargos dejan sus trabajos a otros – cosas del mercado. Más ofertas, ofertas y ofertas.
¿Y el suéter? Bueno, bien… voy por una de las lunas. Las dibujé yo solita en otra expedición fallida para encontrar un papel especial que imprime en vez de negro, como el papel carbón, en blanco sobre lienzos oscuros. No había y copié el diseño al final con papel de hornear.
Esto es interminable…