
Hotline, s/f
El teléfono no había sonado. Podría aparecer un mensaje, o una llamada, cosa que sería horrible, porque lo tenía pegado a la oreja. Solo lo tomé y quise imaginarme que llamaba.
Alô, mamãe!! Le decía así cada vez que hablábamos. Era una referencia a una tira cómica brasileña donde un perrito redondo y amarillo se asomaba por el cuadro del comic y saludaba a su mamá, así como las personas que se asoman tras el periodista en vivo, y salen haciendo pantomimas, emocionados porque están en televisión.
Sabía que nada sobrenatural sucedería. No escucharía una voz en el fondo hablándome. No iba a suceder nada, pero yo quería escenificar una de las tantas llamadas que me hacía cada noche antes de acostarse, para no irse a dormir totalmente sola. De por sí, los últimos tiempos, antes que viniera conmigo a vivir, había llevado una extensión del teléfono a su cuarto. Debo reconocer que me fastidiaba un poco me llamara todos los días. Había momentos que no tenía qué contarle. Había días que no estaba en casa cuando llamaba, y dejaba un mensaje, y luego otro con cierta voz de frustración por no conseguirme. Conservo la contestadora con su voz.
Alô, Mamãe!! y nadie contestó, ni contestaría. No había ningún sonido, pero yo, aun así, quería que hablara.
Intenté contarle del día, de mis cosas, pero me sentía ridículo tratando de hablarle por teléfono. Cuando me lo pegaba de la oreja sentía cómo se prendía la pantalla, pero no era porque ella me estuviese llamando. No era una señal del más allá, era el táctil y ya. No había un mensaje que dijera Mamá Cel, o una llamada entrante que dijera Mamá Casa.
Solo la imaginaba sentada en el sillón de la casa, o en el borde de su cama, y yo fastidiado porque me llamaba otra vez.
Hoy empecé a recordarla sentada en mi sofá, cuando vino a vivir conmigo. Ya no había llamadas nocturnas. Ahora nos despedíamos mientras la acompañaba a su cuarto. Ya no me fastidiaba. Sentía culpa por haber sentido eso, pero me sentía también en paz porque sus últimos años, no necesité llamar para no sentirse sola.

Nacido en Ciudad Bolívar. Vivo en Margarita desde 1998
Fotógrafo especialista en el área gastronómica y documental.
Colaborador en El Nacional, Todo en domingo y GastronomiaEnVenezuela.com
Publicaciones editoriales con Libros el Nacional, ULA, El Mercurio de Chile y Miro Popic.
Actualmente, me dedico a la fotografía gastronómica publicitaria y tengo una empresa de distribución de productos artesanales alimenticios.
jdvolcan@gmail.com