Manolo me convencía de que la mejor forma de guardar un secreto es exponerlo abiertamente porque las personas ya no creen en lo que ven, sino que prefieren creer que lo que no ven es sospechoso.
Pasó a nuestro lado Ángela, una inquieta activista de todos los derechos imaginables empeñada en hacer de nuestro planeta la joya de la Galaxia. Cuando le presenté a Manolo, abrió los brazos dando las gracias al cielo por haberlo encontrado. Yo le había hablado tanto de mi amigo que ella esperaba su iluminación.
─ ¿Por qué el mundo está como está?
Manolo sonrió y sin solución de continuidad pasó a referirle una historia. Angela colocó su móvil de manera de poderlo vigilar mientras escuchaba la historia que sigue.
Durante una función teatral, dos conocidos actores estaban representando una obra en donde se exploraba la situación de un personaje frente a un profundo dilema moral que le obligaba a elegir entre proteger a un miembro de su familia o denunciarlo porque había cometido un delito. Los argumentos iban y venían y los actores alcanzaban cimas expresivas inimaginables. Pero, pasada un poco más de la mitad de la función, se dieron cuenta de que los espectadores estaban o dormidos o murmurando entretenidas conversaciones…
Reparé en que Manolo estaba haciendo una pausa para llamar la atención de Ángela, ocupada en su teléfono. Finalmente, Ángela volvió a dejar el móvil, hizo un gesto de excusa y Manolo continuó su historia.
Los actores se sorprendieron más al ver que, a pesar de haber interrumpido la presentación, nadie parecía haberse dado cuenta. Entonces, después de una breve discusión entre ellos acerca de lo que había que hacer para recuperar su dignidad, decidieron marcharse. Durante todo el trayecto hasta los camerinos, los actores no salían de su asombro y cuando ya iban a comenzar a desmaquillarse escucharon un sonoro aplauso. Regresaron apresuradamente al escenario y agradecieron la atención con elegantes reverencias.
─ Por eso el mundo está como está… demasiada gente no se entera de lo importante y tampoco sabe lo que aplaude ─ concluyó Manolo y se fue.
Ángela, pegada a su móvil, tardó en darse cuenta de la ausencia de Manolo y, cuando lo hizo, me aseguró que estaba decepcionada.
─ Déjame decirte que tu Manolo no es tan, tan, tan Manolo ─ me dijo mientras me estampaba un beso en la frente como gesto de consuelo.