La medallita,
por Javier David Volcán
Se había puesto una camisa de manga larga, color melón. Cuando cerró el último botón, que se encontraba a la mitad del pecho, besó la medallita que colgaba de una cadenita dorada que le regaló su mamá. Levantó su camisa, tomándola por abajo, para que entrara el aire, y la templó, queriendo borrar las pocas arrugas que tenía. El cuello se abría a medida que caminaba, y se veía el brillo del santo en la medalla asomarse en su velludo pecho. Guardó la pistola que levemente se asomó por el cinturón de cuero, adornado de una hebilla grande de cowboy barata, muy gastada, pero pulida. Mientras caminaba rezaba, y sobaba la medalla con los dedos pulgar e índice. Pedía perdón. Se arrepentía con una sinceridad convincente. Pensaba en Raúl, su hijo de 4 años a quien le acababa de comprar, hace poc...