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Javier D Volcán

La medallita,<br/> por Javier David Volcán
146b, Javier D Volcán

La medallita,
por Javier David Volcán

Se había puesto una camisa de manga larga, color melón. Cuando cerró el último botón, que se encontraba a la mitad del pecho, besó la medallita que colgaba de una cadenita dorada que le regaló su mamá. Levantó su camisa, tomándola por abajo, para que entrara el aire, y la templó, queriendo borrar las pocas arrugas que tenía. El cuello se abría a medida que caminaba, y se veía el brillo del santo en la medalla asomarse en su velludo pecho. Guardó la pistola que levemente se asomó por el cinturón de cuero, adornado de una hebilla grande de cowboy barata, muy gastada, pero pulida. Mientras caminaba rezaba, y sobaba la medalla con los dedos pulgar e índice. Pedía perdón. Se arrepentía con una sinceridad convincente. Pensaba en Raúl, su hijo de 4 años a quien le acababa de comprar, hace poc...
La seca soledad,<br/> por Javier D. Volcán
123b, Javier D Volcán

La seca soledad,
por Javier D. Volcán

El calor me irrita. No recuerdo hubiésemos tenido un verano tan agotador. Me siento ahogado cada vez que salgo a la calle.Cuando me asomo al balcón y veo la casa de al lado, me doy cuenta de lo despiadada que ha sido esta temporada. El pasto se secó por completo. Se ha hecho una mancha grisácea, marrón y sepia. Un cuadrado muerto con pocos rasgos de vida que palpitaban con dificultad.Aquel espacio frondoso lleno de saltamontes y que una vez al mes olía a clorofila alborotada por las cuchillas afiladas de la podadora, era ahora un polvorín dispuesto a arder con una leve chispa. Solo en una esquina reverdecía un matorral. Todo porque había una llave dañada que dejaba salir unas gotas. Era un anillo verde ante tanta muerte. Aquel grifo viejo de bronce se resistía a dejar morir al jardín.Duran...
Sashon estaba harto de su vida,<br/> por Javier D. Volcán
115a, Javier D Volcán

Sashon estaba harto de su vida,
por Javier D. Volcán

No había logrado nada de lo que ansiaba cuando chico, y aunque estaba medianamente cómodo, se sentía sumamente solo. Vivía en una roñosa casa a cuatro o cinco kilómetros del borde del pueblo. Tenía un trabajo que le obligaba a mantenerse en el anonimato. Cuando mucho, trabajaba veinte o treinta días al año. Le era muy difícil tener una familia. Sashon usaba su tiempo para pastorear algunas cabras, alimentar las gallinas y recoger leña en el bosque. Cuando las labores de la casa terminaban, trabajaba en un pequeño taller que estaba detrás de su casa, donde tenía un yunque lleno de marcas, unas piedras de amolar, una mesa de madera toda rota, algunas botellas de aceite, un martillo de madera y otro de hierro y un gran balde de madera con un agua casi negra. Colgaban de la ventana algunas man...
Ámbar, por Javier D. Volcán
110b, Javier D Volcán

Ámbar, por Javier D. Volcán

Pensé que estaba muerto. Su barriga no se movía. El brillante pelambre no hacía ese efecto metalizado que la luz logra en los pelos negros de un gato. Tenía los ojos cerrados y las orejas totalmente relajadas, lo que me hacía pensar que yacía sin vida a un lado de la marca del frenazo que dejó el caucho en el pavimento.Solo vi que venían a mí esos ojos fantasmagóricos que se encendían con las luces del carro. Es lo único que recuerdo. Dos círculos estrellados color ámbar que crecían suspendidos en la total oscuridad, mientras una confusa forma animal se dibujaba al acercarnos vertiginosamente el uno al otro.Un estruendoso golpe en el parachoques y luego alguna parte que se desprendió, retorciéndose trabada en el chasis que rayaba la calle. Los nervios no me dejaban soltar el volante. Creí ...
Un intenso dolor de cabeza, por Javier D. Volcán
109c, Javier D Volcán

Un intenso dolor de cabeza, por Javier D. Volcán

Me duele la cabeza. Tengo la horrible sensación de que me va a explotar. Siento que la frente se hincha y busca desprenderse. No sé bien cómo explicar este dolor. Pienso que si pudiese abrirme el cráneo podría salir toda esa presión que siento. Me tragué dos pastillas hace como hora y media, otras dos hace cuarenta minutos y ahora acabo de servirme un vaso de agua para tomarme otras distintas a ver si funcionan.Pensé que podía tener un síndrome de abstinencia porque he tomado poco café, así que monté la cafetera. Acabo de repasar todo lo que he comido desde ayer por si pudiese ser una indigestión. Me medí la tensión; 14/9, tampoco es tan alto. Apagué la luz del cuarto, cerré las cortinas y la puerta. Acomodé las almohadas y me embutí en la cama sin moverme, pero el dolor sigue allí. Ya no ...
El pozo, por David Volcán
99b, Javier D Volcán

El pozo, por David Volcán

Don Emilio arrastró la silla de madera y cuero curtido hasta el borde de la escalera principal de la casa. Se podía escuchar la negritud del campo solo. Algunas vacas mugían en respuesta del ladrido de los perros, mientras otras resoplaban intentando dormir. La casa estaba por primera vez en calma desde hace algunos días. Mientras inhalaba lento el tabaco que prendió, veía la llama naranja volverse ceniza, y pensaba ¿y si Doña Concepción hubiese llegado esos días en los que él se entretenía temprano y dejaba de ordeñar, por quedarse en la cama hasta tarde, jugando con las jóvenes ubres sin leche de la niña Rosa? En la soledad del llano, los gritos no se escuchan, así atormenten. Los animales no cuentan nada, y los árboles son testigos mudos. No hay quien narre la historia de la m...
¿No te lo dije?, por David Volcán
98b, Javier D Volcán

¿No te lo dije?, por David Volcán

¡Pensé que te lo había dicho! Es lo primero que se me viene a la cabeza cuando reclamas con esa voz chillona. En algunos lugares me es más fácil escucharte, pero en otros llego a tener ideas descabelladas cuando me atacas. Mientras escucho tu reclamo insistente y repetitivo, no puedo dejar de recriminarme por qué no te lo dije. Tu voz se vuelve una melodía de muy pocos tonos. Una secuencia sostenida e inagotable que me hace preguntar sobre la capacidad de tus pulmones para albergar tanto aire. Ojalá la música subiera repentinamente para no escucharte. Cada vez que volteo a verte, tu boca se abre y salen pequeñas gotas de saliva. Algunos carros pasan con las ventanas cerradas y trato de imaginar la paz del hombre que va solo manejando su viejo carro, o de la pareja que va fumando sin hablar...
Daría la vida por Elvira, por David Volcán
94a', Javier D Volcán

Daría la vida por Elvira, por David Volcán

Después de escuchar varios ruidos raros, decidió levantarse tomando el bate de béisbol que guardaba bajo la cama. Evitó hacer ruido, así que ni siquiera se calzó las sandalias para no despertar a Elvira. Se encomendó con una cruz temblorosa que chocó con su mano el mentón cuando terminaba de persignarse en su hombro derecho. El pasillo parecía más oscuro de lo que solía ser en las noches cuando iba a la cocina a buscar agua entrada la madrugada. Se ayudó con el marco de la puerta, tanteó con sus dedos la pared del pasillo y descubrió el frío del piso descalzo que nunca había percibido. De pronto, algo más gélido que la baldosa bajo sus pies, el cañón de una pistola justo presionando su mandíbula debajo de su oreja. Sus extremidades se petrificaron, rígidas como el bate que cargaba. Sintió ...
La Pared, por David Volcán
90c, Javier D Volcán

La Pared, por David Volcán

 En la sala de espera las revistas ajadas se desbordan. Esperar en el consultorio requiere suerte para sacar algo bueno de una Cosmopolitan. "Cómo encender la pasión en tu habitación", parecía la sentencia inequívoca de cómo resolver lo que pasaba, o no pasaba, cuando nos íbamos a la cama. "No tengas televisor en el cuarto. No lleves trabajo a la cama. Prende un incienso. Ponte perfume. Ten cortinas para bloquear la luz. Ten música a la mano. Pinta una pared de rojo". ¿De rojo? En seguida pensé en un rojo que haría ver muy puta la habitación. Después explicaba que una pared roja hará que el ambiente de la habitación sea idóneo para tener sexo. Seguía pensando en rojo y me venía a la cabeza una pared roja Ferrari en pintura de aceite. Sé que no era a lo que se refería el artículo, pero mi m...
El Taxidermista, por David Volcán
89b, Javier D Volcán

El Taxidermista, por David Volcán

 Se puso los guantes espolvoreados de talco por dentro. Abrió un jarrón de vidrio viejo, donde venían los caramelos, y enrolló una pequeña mota de algodón. Con los dedos de la mano izquierda abrió el orificio y empujó poco a poco la pequeña y suave bolita blanca. Su dedo entró casi por completo, la cavidad estaba vacía y húmeda, había extraído todo lo posible con anterioridad. Hizo otra pequeña mota, la empapó en formol y volvió a abrir para introducirla. Se sentía húmedo, tibio y expedía un leve olor putrefacto a carne y hierro.Cada vez que empujaba el algodón, salía un pequeño hilo de líquido que caía por la piel. Contenía la respiraron y entrecerraba los ojos. Supongo para crear esa falsa sensación de lupa. Resistía pocos segundos, así que terminaba respirando profundo. Quizá terminaba ...
Relámpago, por David Volcán
88c, Javier D Volcán

Relámpago, por David Volcán

El sueño se cortó ipso facto con el golpe de la ventana. Los oídos sintieron el cambio de la presión en la habitación y antes de que abriera los ojos, le quedaba el resplandor que atravesó sus párpados. Su sobresaltado corazón por el repentino despertar se aquietó cuando sintió el cristal rasgado por el agua, que, como arena, pegaba del vidrio casi queriendo atravesarlo. Se percató que estaba más frío de lo que debía. Se calzó en la oscuridad y caminó hacia el termostato a mitad del pasillo, entre su habitación y la sala. Antes de extender la mano para cambiar la temperatura, un relámpago alumbró y el color hueso de la cortina se hizo azul. Subió la temperatura y caminó hasta el balcón para ver, a través de la puerta de vidrio, como llovía. A pesar de la hora, algunos carros pasaban y deja...