News That Matters

Javier D Volcán

La luciérnaga,<br/> por Javier David Volcán
161c, Javier D Volcán

La luciérnaga,
por Javier David Volcán

Desde hace algunas noches, cuando Margarita llega del trabajo, se ha percatado de que un hombre joven está en el balcón del edificio de enfrente fumando sin camisa. Ayer se acercó a su ventana para espiarlo y sintió un poco de frío que entraba. No entendió como él podía estar así descubierto con esa temperatura. Con las luces apagadas, se quedó viéndolo, mientras terminaba con la última pitada. Contuvo la respiración y dejó salir una gran bocanada de humo. Tomó la colilla entre sus dedos y la puso en un vaso que tenía en sus manos.Ella se puso los lentes y trató de detallarlo. Su cuerpo no tenía vellos. Parecía de un poco más de 30 años. El cabello desordenado, pero bien cortado. Corrió la cortina y se escondió.Hoy cuando llegó, dejó sus cosas en el cuarto. Se cambió y fue a la cocina. Cad...
Solo un par de huellas,<br/> por Javier David Volcán
162c, Javier D Volcán

Solo un par de huellas,
por Javier David Volcán

La playa está sola como siempre. Aun el mar se ve como si fuese una capa metálica tremulante. La arena húmeda se apelmaza bajo mis pies y deja una huella notoriamente más profunda en el talón. Trato de hacer una pisada pareja para que se vean las huellas de mis pies totalmente definidas, pero no lo logro. Me siento estúpido caminando como un ganso para que quede la horma de mis pies perfectos. Cada vez que voy a esa playa lo hago así. Es una manera de distraerme y olvidar que ya no está. Me gusta voltear luego de un rato y ver decenas de pisadas en la arena. Algunas más claras, otras ya difuminadas por las olas que remontan la orilla. No sé si volteaba cuando caminábamos juntos. Tengo una imagen inventada en mi cabeza, una escena que es imposible que yo viera, tú y yo de espaldas camin...
La medallita,<br/> por Javier David Volcán
146b, Javier D Volcán

La medallita,
por Javier David Volcán

Se había puesto una camisa de manga larga, color melón. Cuando cerró el último botón, que se encontraba a la mitad del pecho, besó la medallita que colgaba de una cadenita dorada que le regaló su mamá. Levantó su camisa, tomándola por abajo, para que entrara el aire, y la templó, queriendo borrar las pocas arrugas que tenía. El cuello se abría a medida que caminaba, y se veía el brillo del santo en la medalla asomarse en su velludo pecho. Guardó la pistola que levemente se asomó por el cinturón de cuero, adornado de una hebilla grande de cowboy barata, muy gastada, pero pulida. Mientras caminaba rezaba, y sobaba la medalla con los dedos pulgar e índice. Pedía perdón. Se arrepentía con una sinceridad convincente. Pensaba en Raúl, su hijo de 4 años a quien le acababa de comprar, hace poc...
La seca soledad,<br/> por Javier D. Volcán
123b, Javier D Volcán

La seca soledad,
por Javier D. Volcán

El calor me irrita. No recuerdo hubiésemos tenido un verano tan agotador. Me siento ahogado cada vez que salgo a la calle.Cuando me asomo al balcón y veo la casa de al lado, me doy cuenta de lo despiadada que ha sido esta temporada. El pasto se secó por completo. Se ha hecho una mancha grisácea, marrón y sepia. Un cuadrado muerto con pocos rasgos de vida que palpitaban con dificultad.Aquel espacio frondoso lleno de saltamontes y que una vez al mes olía a clorofila alborotada por las cuchillas afiladas de la podadora, era ahora un polvorín dispuesto a arder con una leve chispa. Solo en una esquina reverdecía un matorral. Todo porque había una llave dañada que dejaba salir unas gotas. Era un anillo verde ante tanta muerte. Aquel grifo viejo de bronce se resistía a dejar morir al jardín.Duran...
Sashon estaba harto de su vida,<br/> por Javier D. Volcán
115a, Javier D Volcán

Sashon estaba harto de su vida,
por Javier D. Volcán

No había logrado nada de lo que ansiaba cuando chico, y aunque estaba medianamente cómodo, se sentía sumamente solo. Vivía en una roñosa casa a cuatro o cinco kilómetros del borde del pueblo. Tenía un trabajo que le obligaba a mantenerse en el anonimato. Cuando mucho, trabajaba veinte o treinta días al año. Le era muy difícil tener una familia. Sashon usaba su tiempo para pastorear algunas cabras, alimentar las gallinas y recoger leña en el bosque. Cuando las labores de la casa terminaban, trabajaba en un pequeño taller que estaba detrás de su casa, donde tenía un yunque lleno de marcas, unas piedras de amolar, una mesa de madera toda rota, algunas botellas de aceite, un martillo de madera y otro de hierro y un gran balde de madera con un agua casi negra. Colgaban de la ventana algunas man...
Ámbar, por Javier D. Volcán
110b, Javier D Volcán

Ámbar, por Javier D. Volcán

Pensé que estaba muerto. Su barriga no se movía. El brillante pelambre no hacía ese efecto metalizado que la luz logra en los pelos negros de un gato. Tenía los ojos cerrados y las orejas totalmente relajadas, lo que me hacía pensar que yacía sin vida a un lado de la marca del frenazo que dejó el caucho en el pavimento.Solo vi que venían a mí esos ojos fantasmagóricos que se encendían con las luces del carro. Es lo único que recuerdo. Dos círculos estrellados color ámbar que crecían suspendidos en la total oscuridad, mientras una confusa forma animal se dibujaba al acercarnos vertiginosamente el uno al otro.Un estruendoso golpe en el parachoques y luego alguna parte que se desprendió, retorciéndose trabada en el chasis que rayaba la calle. Los nervios no me dejaban soltar el volante. Creí ...
Un intenso dolor de cabeza, por Javier D. Volcán
109c, Javier D Volcán

Un intenso dolor de cabeza, por Javier D. Volcán

Me duele la cabeza. Tengo la horrible sensación de que me va a explotar. Siento que la frente se hincha y busca desprenderse. No sé bien cómo explicar este dolor. Pienso que si pudiese abrirme el cráneo podría salir toda esa presión que siento. Me tragué dos pastillas hace como hora y media, otras dos hace cuarenta minutos y ahora acabo de servirme un vaso de agua para tomarme otras distintas a ver si funcionan.Pensé que podía tener un síndrome de abstinencia porque he tomado poco café, así que monté la cafetera. Acabo de repasar todo lo que he comido desde ayer por si pudiese ser una indigestión. Me medí la tensión; 14/9, tampoco es tan alto. Apagué la luz del cuarto, cerré las cortinas y la puerta. Acomodé las almohadas y me embutí en la cama sin moverme, pero el dolor sigue allí. Ya no ...
El pozo, por David Volcán
99b, Javier D Volcán

El pozo, por David Volcán

Don Emilio arrastró la silla de madera y cuero curtido hasta el borde de la escalera principal de la casa. Se podía escuchar la negritud del campo solo. Algunas vacas mugían en respuesta del ladrido de los perros, mientras otras resoplaban intentando dormir. La casa estaba por primera vez en calma desde hace algunos días. Mientras inhalaba lento el tabaco que prendió, veía la llama naranja volverse ceniza, y pensaba ¿y si Doña Concepción hubiese llegado esos días en los que él se entretenía temprano y dejaba de ordeñar, por quedarse en la cama hasta tarde, jugando con las jóvenes ubres sin leche de la niña Rosa? En la soledad del llano, los gritos no se escuchan, así atormenten. Los animales no cuentan nada, y los árboles son testigos mudos. No hay quien narre la historia de la m...
¿No te lo dije?, por David Volcán
98b, Javier D Volcán

¿No te lo dije?, por David Volcán

¡Pensé que te lo había dicho! Es lo primero que se me viene a la cabeza cuando reclamas con esa voz chillona. En algunos lugares me es más fácil escucharte, pero en otros llego a tener ideas descabelladas cuando me atacas. Mientras escucho tu reclamo insistente y repetitivo, no puedo dejar de recriminarme por qué no te lo dije. Tu voz se vuelve una melodía de muy pocos tonos. Una secuencia sostenida e inagotable que me hace preguntar sobre la capacidad de tus pulmones para albergar tanto aire. Ojalá la música subiera repentinamente para no escucharte. Cada vez que volteo a verte, tu boca se abre y salen pequeñas gotas de saliva. Algunos carros pasan con las ventanas cerradas y trato de imaginar la paz del hombre que va solo manejando su viejo carro, o de la pareja que va fumando sin hablar...
Daría la vida por Elvira, por David Volcán
94a', Javier D Volcán

Daría la vida por Elvira, por David Volcán

Después de escuchar varios ruidos raros, decidió levantarse tomando el bate de béisbol que guardaba bajo la cama. Evitó hacer ruido, así que ni siquiera se calzó las sandalias para no despertar a Elvira. Se encomendó con una cruz temblorosa que chocó con su mano el mentón cuando terminaba de persignarse en su hombro derecho. El pasillo parecía más oscuro de lo que solía ser en las noches cuando iba a la cocina a buscar agua entrada la madrugada. Se ayudó con el marco de la puerta, tanteó con sus dedos la pared del pasillo y descubrió el frío del piso descalzo que nunca había percibido. De pronto, algo más gélido que la baldosa bajo sus pies, el cañón de una pistola justo presionando su mandíbula debajo de su oreja. Sus extremidades se petrificaron, rígidas como el bate que cargaba. Sintió ...
El Taxidermista, por David Volcán
89b, Javier D Volcán

El Taxidermista, por David Volcán

 Se puso los guantes espolvoreados de talco por dentro. Abrió un jarrón de vidrio viejo, donde venían los caramelos, y enrolló una pequeña mota de algodón. Con los dedos de la mano izquierda abrió el orificio y empujó poco a poco la pequeña y suave bolita blanca. Su dedo entró casi por completo, la cavidad estaba vacía y húmeda, había extraído todo lo posible con anterioridad. Hizo otra pequeña mota, la empapó en formol y volvió a abrir para introducirla. Se sentía húmedo, tibio y expedía un leve olor putrefacto a carne y hierro.Cada vez que empujaba el algodón, salía un pequeño hilo de líquido que caía por la piel. Contenía la respiraron y entrecerraba los ojos. Supongo para crear esa falsa sensación de lupa. Resistía pocos segundos, así que terminaba respirando profundo. Quizá terminaba ...
Relámpago, por David Volcán
88c, Javier D Volcán

Relámpago, por David Volcán

El sueño se cortó ipso facto con el golpe de la ventana. Los oídos sintieron el cambio de la presión en la habitación y antes de que abriera los ojos, le quedaba el resplandor que atravesó sus párpados. Su sobresaltado corazón por el repentino despertar se aquietó cuando sintió el cristal rasgado por el agua, que, como arena, pegaba del vidrio casi queriendo atravesarlo. Se percató que estaba más frío de lo que debía. Se calzó en la oscuridad y caminó hacia el termostato a mitad del pasillo, entre su habitación y la sala. Antes de extender la mano para cambiar la temperatura, un relámpago alumbró y el color hueso de la cortina se hizo azul. Subió la temperatura y caminó hasta el balcón para ver, a través de la puerta de vidrio, como llovía. A pesar de la hora, algunos carros pasaban y deja...