Dos mujeres en un jardín, 1910
Me cuenta mi mujer el caso de esta señora anciana que, a pesar de ser habitualmente recatada, al encontrarse en la calle con otra que hacía tiempos no veía le dijo: ¡Margarita!! ¡Tú estás viva! ¡Yo hubiera jurado que te habías muerto!
Pues bien, cosas de viejos, dirás. El córtex frontal del cerebro, responsable por el razonamiento, es el último en formarse y el primero en descomponerse. Tal vez por esta razón los viejos dicen cosas de niños. Sea como fuere, ¡imagínese la sensación de Margarita!
Pero no pasa solo con los viejos.
Estaba yo en Rio de Janeiro, ya aceptado para el doctorado en Cambridge y debidamente despedido por mis amigos en varios grupos. Pero resulta que no podía dejar el país sin la firma del ministro responsable por mi empleo en aquella época. El ministro se demoró demasiado, tanto que cuando mis amigos me veían aún por las calles, invariablemente exclamaban: ¡Pero yo creía que ya te habías ido! Es diferente de escuchar, como le ocurrió a Margarita, que ya deberías estar en otro mundo, pero no fue tan diferente. Al interpretar la sorpresa de mis amigos yo me sentía fuera de lugar, y que tal vez para no defraudarlos debería esconderme hasta que el ministro firmase.
Un día el ministro firmó y poco después me fui; y lo hice tan callando, como decía Jorge Manrique en su primera copla.
Al volver de Cambridge, no sé bien por qué razón, fui a visitar el cementerio británico de Rio de Janeiro. Como ya quedaban pocos ingleses en la ciudad, el lugar estaba medio abandonado. Pero me llamó la atención un epitafio que rezaba: “Aquí yace fulano, Rio le gustaba tanto que no quiso irse…”
Alfredo Behrens es doctor por la Universidad de Cambridge, profesor de estrategia y cuestiones interculturales en la escuela de negocios FIA de São Paulo y para Harvard Business Education.
Algunos de sus libros pueden adquirirse en Amazon.
ab@alfredobehrens.com