En la búsqueda de escribir algo serio para este fin de semana, me encontré con una vieja acusación. Que “consentía” mucho a mis hijos y ahora, a mi nieta.
Hace muchos años, cuando tenía dos hijos pequeños, hubo toda clase de malos augurios sobre sus respectivos futuros. Que no llegarían a ser profesionales, que iban a tener una vida azarosa y que me arrepentiría, seguramente, de dejarles hacer “lo que les daba la gana”.
Aquí entramos en un tema profundo, el de cómo sociabilizar a un ser humano. Nunca he creído que eso se pueda hacer a golpes, gritos, amenazas e insultos. Tampoco con indiferencia.
Así que en esta época de padres preocupados por lo que hará o no el niño de acuerdo a quién tenga de maestro, a quién siga en las redes sociales, si le acosan o acosa a los demás, la relación con la familia, su presencia, es absolutamente necesaria y su acción devastadora.
Sé que en este momento la discusión es no saber qué hacer con niños enganchados al celular. Pero conozco pocas familias en donde haya una oferta válida para usar el tiempo libre en casa que no sea con esos teléfonos. Es más, hay padres agradecidos de que estén enganchados, porque así no los fastidian.
Entonces, una oferta que empiece por el cariño y la atención y siga por la programación y la imaginación, es realmente atractiva frente a los aparatos. Oír todo lo que nos tiene que decir una persona de ocho años, saber quién es y cómo piensa, quiénes son sus maestros, qué le gusta y de qué se queja, sin adjetivar, apartar u olvidar a veces es bien difícil. Tenemos mucho trabajo, estamos tensos, el ambiente social está cargado. Pero nunca hubo tiempo mejor empleado que ese.
Y en cuanto a la oferta de entretenimiento, no es exactamente un tema económico, sino de inventiva, constancia, cariño y respeto (son personas, solo que menores de edad) . La atención es cuerpo a cuerpo. Seguro que encontrarás un día la cocina enharinada y el gato embarrado de mantequilla, pero el niño aprenderá que preparar cosas con cariño es el mejor regalo para sus seres queridos.
Y el gato, si lo limpiamos suavemente, no arañará a nadie.