
Fuente: https://www.foliamagazine.it/
Desde el sereno punto de observación del espacio, nuestro sistema solar revela un patrón intrigante—un salón de baile celestial donde casi todos los bailarines giran, como nuestro Sol, en armoniosa unión antihoraria.
Esta coreografía cósmica plantea una profunda pregunta: ¿por qué percibimos el movimiento antihorario como el estándar, consagrándolo en el familiar recorrido de las manecillas que circulan nuestros relojes?
La respuesta está entretejida en el tapiz de la historia humana. Nuestra dirección horaria emergió de los patrones de sombra proyectados por los relojes de sol en el hemisferio norte, donde las sombras en movimiento seguían el viaje del sol de este a oeste a través del cielo meridional. Cuando los relojes mecánicos surgieron en la Europa medieval, imitaron este patrón familiar, cimentando una observación astronómica en la práctica cultural. Si la cuna de la civilización hubiera sido el hemisferio sur, nuestros relojes podrían funcionar a la inversa.
Esta conexión entre la medición del tiempo y la observación celestial revela cuán profundamente los patrones astronómicos moldean la experiencia humana—una relación que se extiende a la política y la sociedad. Los movimientos revolucionarios a lo largo de la historia intuitivamente entienden que controlar el tiempo y la medición significa controlar la realidad misma. La Revolución Francesa introdujo con éxito el sistema métrico basado en decimales y un nuevo calendario, reconociendo que remodelar estos marcos fundamentales podría cimentar su ruptura con el ancien régime.
Hoy, imponemos el pensamiento decimal incluso donde la naturaleza sugiere otros patrones—como la forma en que los gobiernos miden los primeros 100 días de un presidente o dividen trimestres fiscales por decenas, a pesar de que los meses reflejan antiguos ciclos lunares. Esta tendencia humana de imponer orden, a veces contra ritmos naturales, refleja nuestra compleja relación con el cosmos—simultáneamente observadores de sus patrones inherentes y arquitectos imponiendo los nuestros.
Mientras los planetas continúan su eterno vals por el espacio, nos recuerdan que lo que consideramos dirección “natural” es meramente perspectiva—un pensamiento humilde en un universo que baila a ritmos mucho más antiguos que nuestras tradiciones de medición del tiempo.

alfredobehrens@gmail.com