El fin de una era, por Mayte Navarro

Ya se habla de la era de Isabel II, que concluyó el 8 de septiembre de 2022. Un reinado que comenzó marcado por la miseria que dejó la II Guerra Mundial, el baby boom, el crecimiento económico y más recientemente por la polarización, tiempos de emociones exacerbadas y de poca privacidad.

Isabel II reinó en estas siete décadas y supo mantenerse imparcial, pero al mismo tiempo simpatizó con aquellos movimientos que llamaban a la justicia, por eso ante la posición algo ambigua de Margareth Thatcher hacia el Apartheid, la reina la convenció para imponer las sanciones a Suráfrica, pero no lo hizo con autoritarismo sino a través de las convicciones y en 1995, cuando Isabel II viajó a ese país calificó esa visita como una de las memorables y su amistad con Nelson Mandela fue estrecha.

Como estaba consciente de su principal labor, que se centraba en preservar la monarquía y la unidad de la nación, prevaleció en ella la discreción y la capacidad de escuchar.  Eso contribuyó a que los vínculos con todos los primeros ministros de Inglaterra estuviesen basados en el respeto.

Por eso no extraña que el polémico Boris Johnson describiera así una de sus últimas reuniones con Isabel II: “Ella estaba tan radiante, conocedora y fascinada por la política como siempre y tan sabia en sus consejos como cualquiera que yo conozca”. El ex primer ministro nos muestra aquí a una mujer que sabía escuchar y que vivía interesada por lo que la rodeaba, por algo estuvo en funciones hasta el último día de su reinado.

Isabel II ilustró cientos de portadas de revistas, pero nunca dio una entrevista. De esta manera no brindaba la oportunidad de pasar esa breve línea que separa lo público de lo privado.

La reina, como la llamó el presidente Macrón, nos deja el recuerdo de una monarca modesta, inteligente, con los pies en la tierra y con un especial sentido del humor, además de ser la más longeva y haber roto el récord de permanencia en el trono, algo que será difícil de superar.

A Isabel II le queda todavía un largo recorrido antes de despedirse de este mundo terrenal. De Balmoral sus restos seguirán al Palacio de Holyroodhouse para luego descansar en la catedral de San Egidio, donde le rendirán homenaje antes de continuar hacia Londres, donde irá al palacio de Buckingham y posteriormente, durante 4 días, estará en el Salón Westminster, el mismo donde fue velada la reina madre. El funeral de Estado tendrá lugar en la abadía de Westminster, con invitados especiales y miembros del gobierno, además de la familia.

La reina cerrará su ciclo en la cripta de la capilla de San Jorge, donde se encuentra su marido Felipe y allí descansará por siempre.

Carlos III, quien ahora también será jefe de Estado de varias naciones de la Commonwealth, tendrá que preservar esa institución amada por su madre, pero cuyos países integrantes manifiestan su espíritu independiente, e igualmente deberá enfrentar a una sociedad caótica y marcar su propio camino como monarca.

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