El lector quisquilloso,
por Victorino Muñoz

Sé que la ficción es la ficción, y que leer una obra supone olvidarse un poco del mundo que nos rodea, pues por más que un relato guarde relación con la realidad del escritor o con alguna otra, lo que ocurre en la historia es un universo en sí, con sus propias leyes incluso.

Claro que también uno distingue entre la ficción fantástica o maravillosa y la realista. Sé que, si se trata del primer tipo de relatos, no me extrañaría que alguien saliera volando de repente en alguna página. Y aun dentro de los de corte realista, si es algo completamente ficcional, no exijo tanta rigurosidad.

Pero, cuando se comienzan a hacer precisiones históricas dentro del relato, hay que ser un poco más fieles, para evitar los anacronismos, ya sea de palabras o de hechos, que no se corresponden con la época a la que se hace referencia.

En mi manía de pesquisar los textos, he advertido algunas erratas, incluso en grandes escritores de la talla de Víctor Hugo. Por ejemplo, al inicio de Nuestra señora de París, se menciona una fecha: 6 de enero de 1482. Luego, en la parte VI, capítulo 3, se habla de una torta de maíz. “En la época en que transcurre esta historia…” (así comienza dicho capítulo).

A ver, señor Víctor Hugo, ¿no sabía usted que el maíz es un producto americano y que los europeos solo lo conocieron después de su llegada a dicho continente? Por tanto, una persona en 1482 no puede haber estado comiendo una torta de maíz por las calles París.

Otro tanto me sucedió cuando leía Maluco, de Napoleón Baccino Ponce de León, que ganó el premio Casa de las Américas en 1989. En la novela, el supuesto el bufón de la flota cuenta el viaje de Magallanes, que se inició en 1519. Sin embargo, en un par de ocasiones menciona la palabra pingüino, voz que se incorpora al inglés en 1578 y al español en 1612, según Joan Corominas (casi un siglo después de los supuestos hechos narrados).

Aparte de que no me gusta, más bien me fastidia, que los escritores den vueltas y vueltas para decir una cosa (lo cual ya dejé asentado en otra ocasión), también soy muy dado a andar pescando anacronismos, por aquí y por allá; como habrán podido ver.

Y no es que me gusta presumir de mi erudición, pero si me vas a engañar en el buen sentido con algún relato, te conviene ser un buen mentiroso, porque no soy fácil… Sí. Confieso que soy un lector sumamente quisquilloso. Soy más quisquilloso como lector que en persona, lo cual ya es bastante decir.

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