Parada de autobús
El tránsito caraqueño ya no es lo que era antes, pero está haciendo todo lo posible por recuperar su viejo puesto en el odio de quienes lo hemos considerado un tormento diario.
En la medida que las restricciones viales de la pandemia pasaron a convertirse en un mal recuerdo, las colas también recobraron fuerzas. Pero no quiero hablar del eso, sino comentar algo que conseguí al regresar la vida urbana en las calles. Se trata del renovado oficio de colector de carro por puesto.
Desde que los conductores han tenido que disponer uno de sus preciados puestos del pasaje a un ayudante que les cuente el dinero y los acompañe para mejor seguridad, estos van como modernos marinos:
En lugar de alzar velas, los colectores ventean a pleno pulmón los destinos de las rutas. Me hacen pensar en una versión moderna del verso de Espronceda, porque los imagino cantando en el estribo del Encava, mientras este navega sin temor por las vías caraqueñas. Así, ni enemigo navío, ni tormenta ni bonanza, su ritmo a torcer alcanza ni a sujetar su valor.
Para seguir con el símil marinero, también me recuerdan a los reclutadores de tripulaciones de otros tiempos, esos que, si te encontraban en una buena borrachera, podían dejarte rumbo a la China con un ratón monumental. Los he visto bajarse del carro, montar pasajeros con la mayor persuasión y luego saltar de regreso en lo que su nao va tomando velocidad.
Sin duda que los por puesto criollos son como los barcos de antaño: Navegan con la mayor libertad sorteando escollos. Lamentablemente, la mayoría de las veces esos obstáculos son los vehículos de los demás.
Se desempeña como consultor jurídico en empresas venezolanas.
Lector empedernido, mantiene en animación suspendida dos blogs “Gordon Blue” y “Wulebal”, además de tuitear con muy poca frecuencia como @noloven65.
Ha publicado textos en www.contexturas.org
noloven65@yahoo.com